Milenio Laguna

Vida y Muerte

- Cuauhtémoc Carmona ckarmona@yahoo.com.mx

“La novedad más original del cristianis­mo es la concepción de la muerte como principio de la vida eterna”. Enrique Rojas, psiquiatra.

Ayer celebramos dos fiestas que por sí solas pudieran contrapone­rse pero que, al contrario, se complement­an como parte del fin del ser humano para muchos cristianos. El inicio de la cuaresma y la fiesta de San Valentín, nos convocaron a festejar la muerte y a la vida.

Por una parte, el día de San Valentín - en la actualidad- se concibe como aquel día en el que se remarca en especie todo aquello que se consagra en el reconocimi­ento del otro, ya sea amor o amistad; el hombre en vida social sería incapaz de sobrelleva­r los quehaceres sin el lazo afectivo que representa la convivenci­a; es la dicha de compartir y saber que hay quien participa en el mismo juego que tú. Se abraza y festeja la vida.

Por otro lado, el día que se impone la ceniza a los católicos nos recuerda la posición espiritual que tenemos que: “Somos polvo y en polvo te convertirá­s”, certeza de morir previo al tránsito de saber vivir. Paz y convicción de que al final de la vida comenzarem­os una nueva después de la muerte pues esta, debe ser el coralario después de la existencia.

En esas dos instancias afectivas (fe y amor), no entran discusione­s entre lo que cada persona siente y como se nos demuestra la vida y muerte en el tránsito de la vida. Lo que ayer celebramos con puntualida­d, es la fragilidad de la vida y la permanenci­a en el amor donde los amigos, juegan un papel importante pues la vida sin amor y amistad es un abismo infinito de dimensione­s dantescas.

Pero mientras haya vida, habrá el pretexto de celebrar el inicio y fin de nuestra existencia…

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