Pelear lo resuelve todo
Primera escena: en una vitrina, veo una camiseta con la imagen de un boxeador agotado luego de una pelea. Acompañan la imagen estas palabras: “Pelear lo resuelve todo”.
Segunda escena: voy a una función de box con un amigo, notable terapeuta. Pelea un compañero de gimnasio. Es bravísimo: combate de frente, al intercambio, sin conceder. Abunda la sangre. Pero al principio y al final de la pelea abraza a su contrincante. Mi amigo me dice: “Tenemos que meter un programa de box en todas las escuelas. Los jóvenes se están matando. Ese abrazo es la salvación para mucha gente”.
Tercera escena: me invitan a presentar el libro del programa Ring, de Eunice Rendón y Mauricio Sulaimán, organizado por la Comisión Mundial de Boxeo, el gobierno de Morelos y la red Viral. Es un programa de reinserción social en un reclusorio morelense, Atlacholoya, centrado en la práctica del boxeo. Funciona. Los índices de adicción, de depresión, de violencia entre reclusos, bajaron sustancialmente.
Sí: la administración con reglas de la violencia, el reconocimiento del otro, la noción de equipo y el desgaste físico abren puertas. Ring le da método científico, rigor metodológico y cuerpo teórico a una vieja intuición que es también una práctica digamos de raíz empírica: la de la salvación por la vía del boxeo. El boxeo, el más mexicano de los deportes, el que más victorias nos ha dado. El mismo que usaron en Inglaterra para un programa como Pelear por la Paz, también activo en México y en Brasil.
Se me ocurre que la cárcel, que es el destilado de muchos de nuestros peores defectos como sociedad, un reflejo intensificado de nuestros vicios, esta vez puede enseñarnos algo. ¿Han visto las estadísticas del suicidio en México? Se han disparado en los últimos años, particularmente entre jóvenes: cuatro de cada 10 son entre varones de 15 a 29 años. Otro tanto ocurre con las cifras de la adicción. De la violencia, ni hablar. AMLO puede equivocarse en que los llamados
ninis deben tener acceso irrestricto a la universidad, pero acierta en el diagnóstico: la desesperanza está en la base del rencor. ¿Qué nos enseña entonces la cárcel? Que podemos entendernos, pacíficamente, a golpes.
Puede ser que esa camiseta debiéramos usarla todos.