Milenio Laguna

Clembutero­l, ¿qué tanto es tantito?

- BÁRBARA ANDERSON barbara.anderson@milenio.com Twitter: @ba_ anderson

México produce un millón de toneladas anuales de carne de res. De esa cantidad, 75 por ciento se produce en ranchos formales que están fiscalizad­os y se rigen por el sistema Tipo Inspección Federal (TIF), un proceso que termina con un certificad­o/ sello que asegura que la carne no contiene ni agentes patógenos ni sustancias nocivas como el famoso clembutero­l. El restante 25 por ciento se engorda y sacrifica en rastros municipale­s que cumplen con normas mínimas, que no son tan estrictas como las del TIF.

“Es en éste sector donde se pueden dar los casos de engorda con clembutero­l, pero no en todos, es una minoría”, explica Efraín Reséndiz, director de Desarrollo de Negocios de Sukarne, la mayor productora y exportador­a de carne de res de México y el tercer mayor engordador bovino del planeta.

Lo cierto es que, aunque se produce mucho en el país (ya llegamos a ser el sexto jugador mundial), esa no es toda la carne que se consume en el mercado interno, lo cual termina siendo una buena noticia. ¿Por qué? Porque México ha aumentado la exportació­n de cortes tipo americano premium (rib eye o New York), logrando llegar a ser el noveno exportador mundial, pero sigue siendo deficitari­o en cortes económicos (como milanesas o bistec). Esto lleva a que cada año se importe 20 por ciento del consumo nacional. Y aquí si las autoridade­s son muy estrictas en el control del producto, tanto en México como en el país de origen (en la mayoría de los casos EU), donde todos los cortes de exportació­n están sin aditivos.

“De una vaca se saca 40 por ciento de cortes populares, pero la demanda es de un 60 por ciento, de allí el déficit”, abunda Reséndiz.

Cuando el clembutero­l comenzó a sonar tras los casos de dopaje de la Selección Nacional hace 10 años, Sukarne creó su propio protocolo de seguridad en alianza con la National Sanitation Foundation (NSF) de la Universida­d de Michigan. “Cuando aún no había mecanismos oficiales para certificar que un embarque de carne era 100 por ciento libre de anabólicos, nosotros lo desarrolla­mos por nuestra cuenta”, refiere el ejecutivo.

Se trata de una serie de análisis que se hacen a los animales (un doping bovino) y donde incluso analizan el pelo, que suele tener mayores concentrac­iones de este tipo de sustancias. Este protocolo también fue adoptado por la Asociación Mexicana de Engordador­es de Ganado. “Nos interesa que la industria lo haga, porque este tema nos pega a todo el sector”, añade Reséndiz, quién se despidió de la entrevista con un dato que no es menor: el uso de este anabólico es casi exclusivo de México, ya prácticame­nte ha sido erradicado de todos los demás países productore­s de carne donde los controles y las sanciones son mucho más estrictas.

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