Tren que provenía desde Monterrey, se incendiaba
La máquina ardió literalmente a medio camino y según se dijo, la correspondencia nacional y extranjera de gran valor, también ardió.
Dos mensajeros tuvieron que saltar del vagón para salvar la vida, todos maguyados, pero lo lograron. El primer tren directo desde Ciudad Juárez hasta la capital del país, hacía escala en la región. Un día antes se había estrenado la línea. Un viaje larguísimo, en un tren con dos coches de segunda, uno de primera y un carro de correo Express.
Escándala en la Universidad Popular de Torreón, que estaba en Morelos y Rodríguez. Presuntamente el presidente municipal Eduardo Guerra comisionó al bolchevique gophir Manuel Hernández, para organizar bailongos para ciertos grupos políticos, en las instalaciones de la casa de estudios, porque los quería atraer para apoyarlo.
Desde luego que en algún momento todo aquello iba a valer verdura. Y al día último, el baile de fin de año se terminó como el Rosario de Amozoc, precedido de tremenda orgía. Estaba la fiesta en pleno cuando un capitán del Ejército llegó y el dizque bolche lo corrió de malas maneras y bolas cuco, el soldado le metió una cacheteada al presunto bolchevique. Llegó la policía, todos se hicieron bolas y los amigos de Guerra no fueron detenidos.
Muy diferente el baile de fin de año del Casino de La Laguna donde la belleza de las damas de sociedad, con hermosos vestívidos de seda y telas finas, realzó tan elegante fiesta. Los caballeros iban irreprochables, entre ellos lo más selecto de la milicia, la banca y el comercio. Fiestas ideales para agarrar marido.
Para el día primero, el cuerpo diplomático y consular que laboraba en México realizó una recepción para felicitar al Presidente Carranza y pues estuvo bien elegante aquello. Los anuncios fueron importantes: ex federales en el exilio podrían volver al país, y México se preparaba para recibir actividades de los extranjeros en nuestro país.
Y fuera de México, el consejo interaliado que tenía planes de arreglar los pendientes para el día seis de enero, determinó que eso no se iba a poder, desde luego por culpa de los alemanes que todavía tenían 80 mil soldados en la región de Silesia del sur en Polonia.
Por cierto, el primer ministro polaco Paderewsky renunció, pero sobre todo la presidencia le aceptó su renuncia. Y es que la gente gritaba “¡Fuera Paderewsky!” y hasta le apedrearon su casa al pobre.