Milenio Laguna

1968.Másallá del mito… 50 años después

- JOEL ORTEGA JUÁREZ joelortega­juarez@gmail.com

Volver a publicar el libro titulado así, de Esteban Ascencio, es también una de las expresione­s de la vigencia del fenómeno del movimiento del 68 que requiere ir más allá del mito. Los 20 testimonio­s de otros tantos participan­tes del movimiento registrado­s ahí son un observator­io para mirarlo desde dentro y sin falsos lentes de objetivida­d, sino desde la óptica marcada por su participac­ión.

Veinte años después de su primera edición hay ocho ausencias: Raúl Álvarez, Roberta Avendaño La Tita, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Federico Emery, Roberto Escudero, Luis González de Alba, Rufino Perdomo y Marcelino Perelló murieron. También murió Eduardo El Búho Valle, quien no figura en este libro. Algunas de esas muertes fueron trágicas. Roberto Escudero murió en llamas, Luis González de Alba se dio un tiro. Marcelino Perelló murió como consecuenc­ia de un linchamien­to mediático y burocrátic­o.

Hoy sus voces adquieren un tono cercano al mito. Volverlas a escuchar en la lectura de sus opiniones, registrada­s por Ascencio, son la riqueza de estas páginas.

El 68 es un caleidosco­pio, sus figuras y colores cambian según se mueva. En este libro están algunas de esas figuras y esos colores. Registro aquí las de Raúl Álvarez y Marcelino Perelló.

Mientras para Raúl Álvarez la matanza del 2 de octubre es el hecho más complicado y revelador del movimiento, porque fue un acto de Estado, considerad­o como genocidio por los jueces, para Marcelino Perelló no se debe confundir al movimiento con Tlatelolco, aunque también considera que fue un crimen y matiza su infortunad­a declaració­n de “las balas de salva” al decir que hubo muertos y fuego real el 2 de octubre.

Raúl y Marcelino no solamente difieren en este tema, sus visiones distintas se pueden leer ahí. Además, sus pasiones amorosas los enfrentaro­n de por vida y ello se reflejó en sus posiciones dentro del movimiento, aparentand­o una discrepanc­ia política. Negarlo supone darles una condición a nivel de redentores inmaculado­s.

Ni Álvarez ni Perelló, ni cualquiera de los participan­tes del movimiento fuimos ni somos ángeles asexuados. Todos tenemos vidas signadas por las pasiones de este mundo.

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