Una mentira para salvar el legado familiar
D ecir “Kennedy” en los Estados Unidos y en el mundo es invocar una energía positiva. Uno de los miembros de esta familia que inmigró de Irlanda a los EU en 1849, John, fue electo presidente de este país en 1960 y murió asesinado, en Dallas, Texas, en 1963. Por su carisma, su muerte repentina y por haber comprometido a los EU a llegar a la Luna en aquel discurso siempre citado que dice: “Hemos decidido ir a la Luna en esta década y hacer las otras cosas, no porque son fáciles, sino porque son difíciles”, entre otras razones, ha pasado a la historia como un consentido.
El tercer hermano, Robert, fue asesinado asimismo en 1968 cuando era senador. El primero de los hermanos, Joseph, quien llevaba el nombre del padre, había muerto en acción bélica en la Segunda Guerra Mundial en 1944. Hacia 1969, precisamente días antes del alunizaje del Apolo 11, Edward, el más joven de los cuatro hermanos varones y de los nueve hijos en total, se vio envuelto en un accidente automovilístico al cruzar un puente en la isla de Chappaquiddick, Massachussets. Era senador y deseaba ser presidente.
Pero Ted Kennedy abandona la escena. Sabe que su acompañante ha muerto en el fondo del mar (a donde ha ido a parar el automóvil que conducía). Le llama por teléfono a su padre para narrarle lo sucedido. El padre, dominado por la parálisis, apenas puede hablar. Se hunde en el dolor, pero al final dice una palabra: “coartada”. El hijo se da cuenta de lo que debe hacer. Debe salvarse. Salvar el legado de la familia entera.
Los hechos de este accidente son presentados con detalle en el filme Chappaquiddick (2018) de John Curran. Es una cinta que no sólo confiesa lo que supuestamente ocurrió, sino que también, al hacerlo, parece desmantelar el mismo legado de los Kennedy. El artífice, el creador de todo ese encanto, es ese padre apopléjico cuya apariencia es la manifestación de su torcido corazón.
Recomiendo esta película por sus implicaciones políticas. Cuando lo vi, soñé con la posibilidad de que existieran cintas similares en México que desvelaran la oscuridad histórica de algunas familias de nuestra política. Y si no películas, soñé con novelas, columnas, reportajes. Así que, amigos, colegas, a trabajar en lo mismo que hay mucho que contar todavía.