El “Powatan” naufragaba por el Puerto de Nueva York
En el navío había civiles, miembros del ejército y hasta ocho mujeres y once niños; se encontraban a la deriva
Ycomo estaba el clima muy feo, el barco más cercano, el Cedrid, tenía que esperar para poder pasar a recoger a los náufragos, que eran 271. Continuaban las buenas intenciones locales para reunir fondos y al profesor Honorio Rodríguez se le ocurrió ir casa por casa, acompañado de tamborazo y de la Cruz Roja para reunir lo que se pudiera y mandar esos recursos a los damnificados de Puebla y Veracruz.
Las Cámaras locales ya habían logrado reunir otros mil 159 pesos, respetable suma que se anexaba a lo que ya habían mandado. Ese día fue nombrado como “El gran día de la Caridad” en la capital del país, donde damas de alta alcurnia también realizaron actividades para juntar dinero.
El aviador Carlos Santa Ana volvió a mostrar sus habilidades en el aire, y de nuevo sobrevoló la región, pero como ya se sabía gracias a La Opinión, ahora las personas que lograron verlo fueron muchas más. A nadie se le ocurrió sacar dinero para los damnificados con ese avión. Hasta los artistas de la Familia Bell cooperaron, y por cierto, se les despidió con mucho afecto.
Como cabe recordar, por entonces no había muchos automóviles en la región. Pero como aún pasa, se los sueltan a los que no saben ni fijarse en los semáforos. Un carro Ford con la placa 30 de Gómez, presuntamente conducido por un muchacho de Lerdo, andaba como bólido por la Hidalgo, como a 30 kilómetros por hora el alocado. Se invitaba desde entonces, a no dejar manejar a los imprudentes.
Nos devolvieron a muchos paisanos que intentaban cruzar al otro lado por Nuevo Laredo, sin pasaporte, de contrabando y por supuesto ilegalmente. Eran denunciadas las personas que les hacían cobros para conducirlos al “Sueño Americano”, hoy conocidos como “polleros”, que los exponían y aún los exponen, a todo tipo de riesgos.
El Departamento de Estado gringo daba a conocer sus planes para seguir tronchando el continente, con un canal en la frontera con California, donde presuntamente se independizaría de México en cuanto al uso de agua, pero usando el agua mexicana.
A La Habana llegó la maléfica influenza española y se reportaban cada vez más casos, pero a ciencia cierta las autoridades aún desconocían la cantidad de personas enfermas. Peor aún, un nuevo brote podría propagarse de manera muy rápida y por decir algo, en La Laguna hubo días en los que se contaron hasta dos mil muertos cuando atacó esta enfermedad.
Al sur de América los políticos uruguayos traían la moda de agarrarse a duelo. Lo más triste es que nunca se atinaban, y que tampoco se reconciliaban, como el caso de César Miranda Presidente de la Cámara de Diputados, y Alilio Narancio miembro del Senado, que eligieron sables pero nada más se hicieron unos arañazos.
Argentina vivía severos motines a cargo de presuntos agitadores que se sospechaba eran de filia comunista y tenían tiempo haciendo labor sediciosa en la región de Santa Fe, donde murieron dos directores de policía de dos poblaciones, al tratar de contener las protestas. Todo, se dijo, venía desde Buenos Aires.