La guerra sucia y las guerrillas de lodo locales
La estrategia de guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador y los candidatos de la coalición Juntos Haremos Historia, a escala nacional y en las entidades donde se renovarán los poderes locales, ha fracasado estrepitosamente. En el segundo debate entre candidatos presidenciales, los ataques de José Antonio Meade y de Ricardo Anaya contra López Obrador fallaron. Se toparon con pared, porque enfrente se encontraron con un López Obrador con nervio para contestar con agilidad y humor; se toparon con un hombre con la tranquilidad y la experiencia para no caer en las provocaciones y ocurrencias de sus contrincantes.
Andrés Manuel López Obrador ganó el segundo debate y se encuentra en niveles altísimos de intención de voto, tendencias nunca antes vistas desde que inició la transición política en México. La lista de ataques, mentiras, tergiversaciones en su contra es inmensa, pero fallida. ¿Por qué si todas las formas de guerrasucia han fracasado, insisten en esta estrategia? Porque no les queda otra. Ni Meade ni Anaya tienen partidos que los respalden, ni militancia que los apoye, tampoco hay cuadros y dirigentes partidarios que operen como antes lo hacían. Mucho menos un movimiento social y ciudadano que los siga.
Meade no es priista, fue una imposición desde Los Pinos; en el PRI no hubo emoción y menos movilización por su designación. El hecho de que marginara a los cuadros priistas de su campaña terminó por enfriar su candidatura. Anaya destruyó a su partido en su afán de ser candidato presidencial. Lo logró, es candidato, pero el PAN está roto y el PRD, literalmente, desapareció. Primero intentaron promocionar la imagen de sus candidatos, pero de nada sirvió, se pelearon entre ellos y menos resultó.
La vieja maquinaria de votos priista ya no existe y el desvío de recursos de los programas sociales será insuficiente para remontar una desventaja de 30 puntos porcentuales. Por su parte, Anaya despierta más desconfianzas que certezas entre sus aliados, particularmente entre los gobernadores panistas y perredistas, que a estas alturas del proceso están más preocupados por salvarse como puedan, que en apoyar al candidato del Frente. De esta manera, solo les queda la guerra sucia, las tácticas y las estrategias de asesores, consultores y personajes oscuros de la política para tratar de desprestigiar al oponente con los resultados fallidos que conocemos.
El esquema que despliegan contra López Obrador a escala nacional es el mismo que han intentado aplicar en los procesos locales, con una variable adicional, la promoción del voto diferenciado, de manera sobresaliente en Ciudad de México, contra Claudia Sheinbaum; en Veracruz, contra d Cuitláhuac García; en Morelos, contra Cuauhtémoc Blanco, y en Puebla, en mi contra. De la misma manera que a escala nacional han fracasado, los candidatos a la Jefatura de Gobierno y a gobernadores de la coalición Juntos Haremos Historia en los estados seguimos adelante en las intenciones del voto en todas estas entidades y ganaremos el próximo 1 de julio, porque al liderazgo nacional de López Obrador lo acompañan liderazgos sociales y políticos con experiencia y, sobre todo, con decisión en los estados y en Ciudad de México.