Pejenomics: reprobados. 2
La primera lección en economía es aquella que habla de la escasez: nunca hay suficiente de todo para satisfacer todas las necesidades o gustos. Dice bien Thomas Sowell que la primera lección en política es hacer a un lado la primera lección en economía, “sobre todo en épocas electorales”.
En efecto, cualquier estudiante medianamente serio que haya tomado siquiera un curso introductorio sabrá que cualquier sociedad debe escoger qué necesidades priorizar y cuáles dejar de lado. Pejenomics podría haber moderado el entendible escepticismo sobre el programa económico de López Obrador si cuando menos hubiera hecho un esfuerzo, así fuera mínimo, por sumar y restar: por un lado, cuántos recursos se destinarían (y de qué manera se distribuirían) a los “programas universales”, a la producción agrícola, a los emprendedores, a los jóvenes, a los viejitos, a los grupos olvidados y sectores desfavorecidos, en fin. Y, por el otro, qué y quiénes dejarían de recibir dichos recursos, ya que no puede haber más para unos sin que haya menos para otros, o más o mayores impuestos o más deuda, lo que en un acto de fe, el folletín en comento dice que no habrá.
Así como hace algunos años se hablaba del “presupuesto base cero”, cuando mucho cambió para quedar igual, Pejenomics —cuyos autores serán personas respetables pero no magos ni alquimistas para cuadrar el círculo— dice ahora que habrá una “reingeniería del gasto público” que genere el ajuste fiscal (sic). Pero cerca de 90 por ciento del gasto ya está comprometido: pago de pensiones, de intereses de la deuda, de sueldos y salarios de maestros, médicos o enfermeras, soldados o marinos, de transferencias a estados o municipios. Así, más allá de la desvalorización social que significa, la fácil cantaleta de bajarle el sueldo a los altos funcionarios no generará los ahorros necesarios ni siquiera sumándola a un supuesto manejo prístino e incorruptible del gasto. Cualquiera que sepa sumar sabrá que las cuentas no dan. ¿Entonces?
Hace poco, Mauricio González, socio fundador de GEA, escribía que en los pasados 40 años, que son los que dice recordar, no escuchó una política fiscal “tan audaz” como la que propone AMLO. Bueno, un clavado a la literatura e historia económica de los últimos 100 años no muestra un solo ejemplo en el que haya sido posible implementar algo así. Al final, sucede que todo mundo se va con la ilusión de que “hay que gastar ahora, que el crecimiento económico futuro compensará con impuestos el gasto extra de hoy”. De nuevo, “n’ombre, ¡unos genios!”. México requiere un programa de gobierno que priorice la justicia social, pero ésta retrocederá si hay una nueva versión del populismo de la decena trágica, esa época que según López Obrador marcó el cenit de nuestro desarrollo económico.