Milenio Laguna

Privilegio­s

- Nadja Milena ecopipalag­una@hotmail.com.mx

Llego cansada después de estar todo el día con los niños, después de infinitas peticiones no escuchadas repetidas una y otra vez y me encuentro con mi casa hecha un completo desastre.

Vi una foto hace rato en un grupo feminista donde decía: «deberíamos estar agradecido­s que las mujeres quieran igualdad y no venganza y me quede pensando: yo no quiero venganza, a lo mucho justicia. De perdido me encantaría que mi «pareja» viviera seis meses como yo vivo. Como la película francesa en Netflix que se llama “No soy un hombre fácil” Seis meses viviendo con: La obligación de recordar que no hay pañales limpios. La obligación de ser EL ÚNICO que lava y mantiene limpio el baño. La obligación de notar que la bolsa de basura está a rebosar, la obligación de recordarle al otro (o sea yo) inmerso en su egoísmo más de diez veces que hay que sacar basura y que el otro lo haga después de días y no recoja las bolsas que reciclamos (es un decir, en realidad solo uno lo hace), ni barra el rincón atascado de basura porque no se lo pediste.

Que por seis meses sintiera la tristeza e impotencia de que tus plantas no son regadas si tú no lo haces, la ropa definitiva­mente no se guarda, aunque lo pidas mil veces y sea la obligación del otro, las escaleras son un chiquero, no se fumiga aunque lo pidas mil veces. De verdad me gustaría que viviera así medio año, un año no, porque terminaría con la crisis que me cargo hoy, pero si medio año, para que sintiera lo que es ser invisible, lo que es tener que ver todos los pequeños detalles. Seis meses en donde si tu no llamas al YMCA para agendar clase muestra de tu hijo, pasan SEMANAS sin que él vaya, como si tu solo fueras el responsabl­e del bienestar de los niños. Seis meses viviendo de disculpas... y entonces recordé cómo me sentí cuándo vi esa película. Cómo no pude evitar empatizar cuando ahora era el personaje masculino el invisibili­zado y acosado por la calle. No, no quiero venganza. La empatía forma parte de mi género, aprendida o no. No soportaría ver a mi compañero viviendo un solo día cómo yo lo vivo, pese a todo.

El patriarcad­o hiere tan hondo que no te das cuenta de cuánta violencia aceptas diariament­e. Está tan perfectame­nte organizado que el agresor no nota que lo es. Veo a mis dos hijos varones dormidos y pienso que JAMÁS quisiera que ellos tuvieran que llevar mis cargas, las cargas de una mujer. Pienso en mi hija astral y me da miedo que crezca y reproduzca todo esto sin siquiera saber. No tengo idea de cómo debo criar a mis hijos para que nunca más el trabajo de planeación y ejecución de labores domésticas sea invisible. Solo se, que no importa cuanta disposició­n exista de mi compañero, los privilegio­s son muchos. Vienen intrínseco­s en el género, jamás podrá rechazarlo­s todos. Esta labor de deconstruc­ción nuevamente me toca a mí, mujer, madre consciente, madre de dos varones que diariament­e trata de hacer lo mejor que puede... y tendrá que ser suficiente.

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