Los ilusos terminan siempre desilusionados
Dejando para otro momento lo que en materia electoral debemos corregir, todos coincidimos en que el gran ganador de los comicios fue López Obrador, y también ganará México si deja atrás la forma insuficiente e indebida de ejercer el poder.
Lo cierto es que el triunfo del tabasqueño —y, por coletazo, de Morena— se ha calificado de inobjetable, contundente, absoluto, legal, legítimo y lo que usted le agregue.
Ahora corresponde que todos los mexicanos superemos los agravios y logremos el mayor consenso para apoyar a la nueva administración en el desafío que tiene frente a las grandes tragedias nacionales, desafío que también es de los gobernados.
Ello requiere de auténtica concordia, lo que no implica claudicar, negar ideales, renunciar a nuestros derechos y libertades asumiendo un comportamiento ovejuno.
Por el contrario, debemos tener una actitud crítica que nos permita apoyar o repudiar las acciones de las autoridades — federales, estatales y municipales— sometidos únicamente a los dictados de nuestra conciencia, alimentada por la información, la razón y la buena fe.
Solamente espíritus pequeños, dominados por la mezquindad, pueden darse a las venganzas, adoptar actitudes lacayunas o ayunos de argumentos sabotear los esfuerzos gubernamentales.
Precisado lo anterior, señalo tres realidades preocupantes:
1ª) La mayoría de los votantes, con enojo, impotencia y frustración, decidió cobrarle a la democracia sus magros resultados y aprovechando su derecho al sufragio entregó la Presidencia de México a un caudillo, no a un demócrata, no a un hombre de Estado. Si éste cambia al ejercer el poder, deberá reconocérsele, pero su pasado lo define como autócrata. Por eso se resiste a la creación de una Fiscalía General de la República autónoma e independiente; quiere únicamente cambio de siglas: PGR por
2ª) Morena es solo un MOVIMIENTO, conformado por una masa informe que piensa y decide con el cerebro de su líder. Si intentara convertirse en partido político sería contra natura; sería morir.
3ª) El éxito del nuevo gobierno dependerá, en buena medida, de que tenga contrapesos eficaces en los partidos políticos, el Congreso, las fiscalías, el Poder Judicial, y en las organizaciones sociales intermedias.
Limpiar y fortalecer a tales componentes básicos de la democracia es requisito fundamental para que ésta no nos siga quedando a deber.
Tiene razón el ministro de la Suprema Corte José Ramón Cosío al decir que “Viene lo más difícil: reparar con buena política los agravios y las rencillas, para encontrar causa común. Victoriosos y derrotados deben detener la lucha. El bono democrático no puede ejercerse para venganzas, frivolidades y pobrezas semejantes. Se votó por el cambio. Que lo haya con instituciones, razones y libertades”.