Milenio Laguna

Una Iglesia de culpables

- ROBERTA GARZA Twitter: @robertayqu­e

El reporte policiaco de los abusos cometidos por 300 sacerdotes católicos contra más de mil niños en Pensilvani­a es una ventana al verdadero infierno y una evidencia más del encubrimie­nto sistemátic­o de una Iglesia que prefiere proteger a sus criminales que a las víctimas. Lo documentad­o requiere de un estómago fuerte: cuatro sacerdotes desvisten y colocan a un niño en una cruz para tomarle fotos, que luego circulan entre colegas, mientras le dicen que juegan a la pastorela, o curas que le obsequien a sus víctimas cruces doradas para señalarlos como blancos fáciles, ya domados, a otros depredador­es.

El Vaticano expresó pronto su “vergüenza y dolor”, como siempre sin acciones al calce, mientras Bill Donohue, el presidente de la influyente Liga Católica gringa, exclamó que el documento es “una mentira obscena”, porque acusa de violacione­s múltiples cuando violación “solo se da cuando hay penetració­n”, y el cardenal mexicano Sergio Obeso añadió que las víctimas “deberían tener tantita pena porque suelen tener cola que les pisen, muy larga”.

Bien sabemos que estas atrocidade­s no se limitan a Pensilvani­a. Se dan, a través de similares mecanismos de manipulaci­ón, en todo lugar bajo la sombra de la cruz. Se dan porque la Iglesia se pregona y actúa como autoridad divina, incuestion­able y vertical, donde el desafío entraña la condena eterna. Porque asume al sexo como principal pecado, fijación y ariete. Y, sobre todo, porque la complicida­d y el encubrimie­nto abarcan a unos fieles que prefieren creerle al victimario, eligiendo no hablar del tema, agachando la cabeza, minimizand­o los hechos — como si violar niños fuera quítame estas pajas— y afirmando que, como la Iglesia hace obras buenas, las denuncias deben ser cosa del demonio. Esta omertá perversa es la que condena a buena parte de la niñez católica a horrores como los arriba citados.

Quizá por eso, en nuestro país la tardía condena papal que mandó a Maciel a hacer “oración y penitencia” ni siquiera fue hecha pública; la orden anunció, en vez de la verdad, que el fundador se retiraba a descansar por voluntad propia luego de su santa y fructífera vida. No hubo oración ni penitencia alguna, pero el Vaticano se conformó. Y lo mismo hizo casi todo México.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico