¡Demandas para todos!
¡ Qué nervios, ya me urge que liberen a Javier Duarte, mascarón de proa de los góbers preciosos y la Loca Academia de Javidús! Y no tanto para que regrese lo que se llevó (eso ya no tiene sentido porque de seguro se lo gastó Karime Macías en su noble empeño, quizá digno de mejores causas, de seguir mereciendo abundancia en Londres), sino para ver cómo y de qué manera va a salir del tambo. Si la maestra Gordillo reapareció en libertad mejor de como entró, prácticamente hecha una
millennial en éxtasis, es muy probable que este gran veracruzano salga de la cárcel hecho un dandi del hotel Savoy, convertido en una versión Ken de Alfredo Palacios, a la manera de Maluma vestido del Príncipe de GAP en la fiesta de Maluma.
Yo digo que va a salir de una manera tan triunfalista y espectacular solo por joder a Yunes, que está que trina ante su probable salida de su drama carcelario. No creo que esté tan humildito como mi licenciado Peña con Denise Maerker, que hasta pidió perdón si es que a alguien se ofendió durante su mandato. Casi que lo vi con su ojito Remi al evocar el bonito episodio de la casa blanca o el sobrecogedor pasaje de los 43 de Ayotzinapa o la explicación sobre el porqué no se invirtió más en materia de seguridad: para no sobreendeudarnos.
Como quiera que sea, hay que celebrar lo que hace la PGR —hasta debería de patentarlo como una especie de terapia de rejuvenecimiento— porque es absolutamente innovador en lo que a reinserción social se refiere: agarras a los políticos en un estado más o menos decadentes, los metes al detox penitenciario, los dejas marinándose en su celda mientras haces todo para que el caso salga del nabo y luego los dejas salir en todo su esplendor gitano, superando cualquier marca impuesta por las Kardashian.
Y lo mejor es que junto con tu equipo de abogados planeas no solo tu defensa, sino tu venganza al ritmo de “¡Temblad pecadores!”.
En ese sentido, el señor Del Toro, re- presentante jurídico de la mayextra que va a demandar a Carlos Loret por andarle levantando falsos y poniendo en entredicho el nombre de su clienta, pues “la libertad de expresión tiene sus límites”. Algo que con toda probabilidad haya sido inspirado por el viejo Nixon, Maduro y por Donald Trum. O por el abogado de las causas nobles que representa a LozoyaLozoyita, cuya mejor defensa siempre ha sido amagar con demandar a aquel que se atreva a mal hablar de su representado, que es fundamentalmente una joyita.
Si gana la Miss, vamos a tener el gusto de incluir un amparo al final de cada nota y cada columna.