El papel de los expertos/ I
No deja de ser preocupante que los llamados expertos no solo han pasado de moda, sino que, después de todo, si por definición siempre han sido una minoría, corren ahora el peligro de ser una especie en extinción. Si más que en cualquier otra época todo el mundo tiene derecho a tener y sostener su opinión, su prejuicio, así se esté visiblemente equivocado, ¿cuál es hoy en día el rol social de quienes están versados en temas que nos afectan a todos? Será que cada vez los expertos tienen más acceso a la información, al big data, pero practican menos las virtudes del juicio y de la razón. O será que cada vez simplemente somos menos tolerantes hacia quienes no piensan como nosotros creemos que lo hacemos.
El caso más evidente de expertofobia se dio alrededor de la decisión británica de abandonar su pertenencia a la Unión Europea. Cuatro décadas de construir institucionalmente el país alrededor de la política común acordada en Bruselas terminaron abruptamente. ¿Y los expertos? “… Desconfiamos de ellos. Habitan su propio mundo, el cual no es el nuestro, el de la inmensa mayoría de las personas. Hablan su propio idioma, el cual nadie entiende, por lo que han terminado hablándose solo a sí mismos. Por ello, ya no queremos saber de ellos nunca más…”. Dos días antes de la votación, el encabezado de una nota en el Washington
Post lo decía todo: “9 de cada 10 expertos están de acuerdo: los británicos no confían en los expertos en relación con el brexit”.
La palabra “experto” se convirtió en una mala palabra. “The e-word”, le decían. No importaba que todas las instituciones de prestigio a escala internacional o local advertían de la pérdida de bienestar por salir de la Unión Europea. Quienes retiraron a los reyes el derecho divino a gobernar no habrían de dárselo a los expertos, así les fuera el futuro de sus hijos en ello. ¿Por qué creer en quienes no solo no son como nosotros, sino que no se interesan por nosotros? ¿Por qué creer en lo que dicen los miembros del establishment cuando, por definición, ese es un sitio solo para las minorías y para quienes se benefician del statu quo?
Este tipo de razonamiento no es exclusivo de los británicos. Fue más que evidente poco después en Estados Unidos, y comienza a esparcirse hoy subrepticia y peligrosamente por estos lares. Será que hay tantas opiniones como expertos o inclusive más de aquellas, pues si éstos son economistas tendrán no una, sino más opiniones sobre cualquier asunto. Será que la pérdida generalizada de credibilidad en las instituciones, desde la Iglesia hasta los partidos políticos, pasando por el gobierno y por la que sea, hace que nuestra opinión nos sea más importante que la de cualquier experto. ¿Será solo que unos expertos tuvieron su tiempo y ahora corresponde el de otros expertos?