Rafael Segovia
No sé si tenemos perspectiva para apreciar la talla inmensa de Rafael Segovia. Intelectual, política, moral. Para tres generaciones fue un maestro insustituible, cuya influencia es imposible de medir.
Si hay un libro indispensable para entender la política mexicana del siglo veinte es sin duda Lapidaria política, de Rafael Segovia. Es una colección de ensayos, treinta años de pensar en el país, de mirarlo con amorosa atención. No hay otra interpretación parecida en hondura, en complejidad, en alcance. Si no fuese mucho pedir, diría que deberían leerlo todos nuestros políticos, del primero al último, y desde luego todos los que traten de entender al país en serio. Pero además está La politi
za ciónd el niño mexicano, de 1975: el primer estudio empírico de la cultura política del país, el primero y en su género el único; cuarenta años después, y con muchos títulos siguiendo su estela, no hay otro que se pueda comparar en rigor, sensibilidad y penetración: las últimas doce páginas son una muestra deslumbrante de lo que puede ser el estudio de la política.
Están también las otras recopilaciones de sus ensayos, el fascinante espectáculo de una inteligencia única, y esa imposible combinación de sensibilidad, erudición, lucidez, vocación pedagógica y compromiso público. Y ese primer, pequeño libro, luminoso, Tressalvaciones
delsigloXVIIIespañol, en que está, para quien sepa verlo, el sentido del compromiso moral, intelectual y político de Segovia, parte del impulso siempre inacabado de la Ilustración, y del espíritu de la Segunda República española.
Algunos dicen, no siempre de buena fe, que lo mejor de su magisterio estaba en el café. No es verdad. Lo mejor de su magisterio estuvo siempre en el salón de clases, donde exponía en un tono amable, engañosamente divagatorio, que iba dejando de paso referencias, alusiones, preguntas, para quien quisiera recogerlas. Segovia nunca se cansaba de explicar —mejor dicho: nunca se cansaba de ayudar a sus alumnos a dudar, con un respeto cuidadosísimo hacia las ideas, los proyectos, las razones de cada cual.
Pocos maestros habrán sabido como él inspirar no solo respeto y admiración, sino también amor. Sin él, somos hoy un poco más pobres, nos hemos quedado un poco más solos.