Las élites capturadas
La incomprensión reina en estos días. Muchos empresarios, políticos y colegas no entienden lo que está ocurriendo y se les escucha molestos, irascibles, intolerantes. Es natural, su mundo está cambiando, lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer.
En sociología, el término que mejor describe ese fenómeno es la captura de las élites. Cuando los poderes político y económico logran que funcionarios públicos y judiciales, legisladores, líderes de partidos y periodistas permitan la corrupción. Odebrecht es el mejor ejemplo.
En México, la larga lucha por la democracia de fines del siglo pasado llevó a reformas que abrieron el sistema y permitieron la transición pero, al mismo tiempo, dieron paso a un festín de recursos públicos desviados hacia la política, lo que terminó por corromper tanto a panistas como izquierdistas. Fue cuando la derecha botó los principios y la izquierda se olvidó de las calles y se trepó a la Suburban.
Junto a sus antiguos oponentes priistas diseñaron un esquema de privilegio, que al tiempo que benefició a un par de generaciones de líderes corruptos permitió pasar políticas públicas que solo han exacerbado la desigualdad y la exacción de rentas. Ese es el sistema que está crujiendo.
La aquiescencia de las élites con el aumento de la desigualdad no es un fenómeno mexicano, aunque tenga sus tintes locales. Ocurrió en todo América Latina, pero por fortuna en México el fenómeno no llegó a la captura de la democracia.
El cambio político está a punto de concretarse mediante procesos democráticos. A pesar de sus debilidades y deformidades, las movilizaciones sociales de las últimas décadas lograron crear un entramado institucional que garantiza la eficacia del voto.
Los administradores públicos saben que tomar una decisión, formular una política pública, implica alterar el equilibrio en favor de unos y de detrimento del antiguo arreglo.
El combate a la desigualdad, por ello, no es un tema económico, es una decisión política. Será cuando se discuta el presupuesto que de verdad se demostrará el nivel y la profundidad de esta transformación. Si las medidas extremas y simbólicas llevan a reorientar la política.
Pero el cambio no es indoloro, cuando a las élites les quitan el seguro de gastos médicos mayores o el de retiro, se burlan del tupper, de la falta de edecanes, de la bicicleta, de tener que pararse por un vaso de agua, de la falta de un ujier que cargue su portafolio.
Cuando los anchors en la radio y en televisión se dedican a ridiculizar el cambio de políticas solo expresan ese malestar de las élites capturadas.