Monstruo de Ecatepec: autorretrato
La investigación periodística que mi colega Israel Navarro ha emprendido estas dos semanas sobre los multihomicidios en Ecatepec le ha permitido dar con la primera declaración ministerial del asesino confeso, Juan Carlos “N”, de la que hoy MILENIO Diario ofrece un extracto evitando la personalización de las víctimas y titulado “Yo, monstruo”, en el que el detenido, en primera persona, da detalles de sus crímenes y pistas sobre quienes de alguna u otra formas tuvieron participación, así sea involuntaria.
Declara, por ejemplo, que sometía a sus víctimas con una llave que aprendió a aplicar cuando perteneció durante unos nueve meses al Segundo Batallón del Cuerpo de Guardias Presidenciales, donde lo llamaban El Terror Verde. Confiesa que mataba a las mujeres con un cuchillo café, con mango de madera ergonómico, que mandó a hacer una década atrás con un herrero que despachaba en la avenida Jardines de Morelos; que vendía en 500 pesos los huesos de sus presas a un santero al que solo conocía por su apodo, El Bones ( El Huesos, en inglés), a quien contactaba en la estación Unitec del Mexibús.
Relata que en la investigación de uno de sus crímenes fue interrogado por una fiscal y policías. Eran las 4 de la mañana. Él declaro y firmó ante la autoridad haber visto que una persona que manejaba una camioneta negra frecuentaba a la víctima. “Cuando nos fue a ver la fiscal — relata— solo entrevistó a los vecinos. Yo temía que subiera a mi casa, porque ahí tenía el cuerpo, como a una semana de que la mujer desapareció, ahí tenía yo aún los restos, y si subía y los veía, pues tenía que matar también a la fiscal”.
Dice Juan Carlos “N” que el arma homicida, el cuchillo, está en una vivienda a la que se iba a mudar, donde también hay una cubeta con partes de grasa tapadas con tierra negra, con las que pensaba hacer unas macetas. Detalla que otra de sus víctimas vendía elotes frente a una Bodega Aurrerá, en marzo de 2018. Vendió sus pertenencias por mil 800 pesos. Es meticuloso en sus descripciones, en los olores, pero también en las marcas de teléfono, sobre los que conoce los precios; en las escenas del crimen; en los baldíos donde tiraba los restos, como el que está a un lado de la avenida Ferrocarriles, frente a un mercado deshabitado, en Lázaro Cárdenas. El Monstruo de Ecatepec en modo autorretrato.