Pactos políticos para la transición
Llegó el primero de diciembre día del cambio de gobierno federal; para unos es fecha fatal con la esperanza de que Dios nos ampare; para los más, es un inicio deseado de un proceso de pacificación del país, también lucha contra la corrupcióny pasos hacia una democracia purificada; se trata del inevitable cambio, provocado quizá no por convicciones políticas en todos los que decidieron, sino por sentimientosde hartazgo, por el modo como se estaba gobernando a éste país, con descuidos serios en relación ala violencia, a los miles de desaparecidos ya la sordera ante señalamientosde organismos internacionales, en relación al respeto a los derechos humanos. Se dice por los personeros del nuevo gobierno, que las tareas nuevas se van a iniciar a partir del ejercicio del nuevo gobierno, en procesos decidido s pero lentos, sin ejercer una cacería debruj asparan o complicar al país, ya que sólo por corrupción habría candidatos para llenarlascárceles y todavía que darían muchos fuera. Se promete que iniciando el gobiernohabrá tolerancia cero. A los que no les agrada este proceder, señalanque hay procesos ya inicia dos, contra corruptos y delincuentes que por ley, siguen. No se suspenden. Por lo visto, seguirá la danza. El tiempo irá dictando. Se publica ya que la llamada “transición de terciopelo” fue pactada con tiempo, entre López Obrador y Enrique Peña Nieto y que ahí está incluida la cancelación del tan publicitado Aeropuerto Internacional de México en Texcoco. En este decir, quedan fuera de base los que comentaban males inmensos para la economía del país. Se decidieron las cosas de otra manera (Proceso Núm. 2195), en favor de la paz del país, conforme se argumenta desde el nuevo poder. Por la paz del país, fue preferible la cancelacióndel aeropuerto internacional, obra emblemática de Peña Nieto. Estamos frente aun anuev apolítica de sensibilidad, de astucia en cuyo ejercicio se tomó en cuenta a todos los que se acercaron y que anteriormente se pelaron con el régimen. Se soporta ron burlas, acusaciones de ingenuidad, y los que ganaron la elección, con mucho tiempo dijeron que iban a ganara des pecho de sus adversarios que de verdad no les creían. Ahora los triunfadores les queda el ejercicio de la modestia, para no humillara los contrarios, a quienes derrota ron gracias aun hartazgo que ya les tenía hasta el gorro; fue una jornada política que no tenía mucho de convicción partidaria, pero sí costó, porque en lo íntimo se llevaba una convicción de respeto a la dignidad humana.
La llamada “transición de terciopelo”