Cortázar en la Biblioteca Borges
Con voz pausada, Anderson dice en entrevista que es para él “un honor y un privilegio haber pertenecido a la banda de Marley; fui muy afortunado”.
A su juicio, el reggae habla de la realidad del mundo. “Bob era pobre y desde muy pequeño se fue a Kingston en un burro sin nada, pero consiguió un hogar y una gran familia”. Sus ojos se iluminan al hablar de su mentor: “Sabía cantar sobre las carencias e hizo llegar su mensaje a pobres y ricos. En Jamaica, era el periódico, era el mensajero”.
Su humor también estaba presente. Anderson recuerda la canción “Three O'Clock Roadblock”, que advierte que “a las tres de la tarde no debías fumar mariguana en el auto porque la policía podía arrestarte”.
Cuando el reggae se internacionalizó, el mundo se interesó por Jamaica. Sin embargo, el guitarrista recuerda que, además de Marley, “músicos como Jimmy Cliff, Lee Scratch Perry y Winston Rodney también fueron grandes mensajeros que hicieron que la gente se interesara por esta música desde el principio”.
Una de mis primeras misiones en cuanto pongo pie en alguna feria del libro es detectar el área de los vendedores de libros de viejo para hallarvolúmenesqueagolpedevistadespiertan la nostalgia, sea por su portada, sea por su olor, u otros que pertenecen a colecciones cada vez más difíciles de cazar.
No fue diferente el fin de semana pasado cuando llegué a Guadalajara con Héctor Zamarrón y Jessica Guadarrama para grabar un par de programas de televisión, con motivo de la FIL 2018, y promover con un Facebook Live el libro Septiembre letal, que reúne notas, reportajes, entrevistas, artículos, fotografías, cartones y portadas de MILENIO Diario sobre los sismos.
Una vez sorteados los programas, en los que participaron algunos colaboradores de este diario como Xavier Velasco, Maruan Soto Antaki y José Luis Martínez S., fui directo a buscar “novedades” entre primeras ediciones y números sueltos de colecciones de antaño. Y ahí estaba: el libro número dos de la colección Jorge Luis Borges: Biblioteca Personal, Ediciones Orbis impreso en España (1986), titulado Cuentos y firmado por Julio Cortázar.
Esta colección tiene para un servidor un gran valor por ser una selección directa del poeta y su esposa, María Kodama, y él ha escrito un breve prólogo para cada libro. Para esta antología específica, a la que yo tenía puesto el ojo de años atrás, eligió cinco relatos de Bestiario, uno de Las armas secretas, siete de Final del juego y tres de Todos los fuegos, el fuego, sin excepción magníficos relatos del autor de Rayuela.
Reproduzco el primer párrafo de ese prólogo, acaso de sobra conocido para lectores avezados, pero digno de ofrecer a quienes apenas se adentran a la obra de estos colosos argentinos: “Hacia mil novecientos cuarenta y tantos yo era secretario de redacción de una revista literaria, más o menos secreta. Una tarde, una tarde como las otras, un muchacho muy alto, cuyos rasgos no puedo recobrar, me trajo un cuento manuscrito. Le dije que volviera a los diez días y que le daría mi parecer. Volvió a la semana. Le dije que su cuento me gustaba y que ya había sido entregado a la imprenta. Poco después, Julio Cortázar leyó en letras de molde “Casa tomada” con dos ilustraciones a lápiz de Nora Borges. Pasaron los años y me confió una noche, en París, que esa había sido su primera publicación. Me honra haber sido su instrumento”.
En otro prólogo, el de Cuentos completos (Alfaguara, 2011) Mario Vargas Llosa cuenta que conoció a Cortázar y a su pareja, Aurora Bernárdez, en París en 1958, y dice que de entonces a 1967, cuando los vio juntos por última vez en Grecia, nunca dejó de maravillarle el espectáculo que era ver y oírlos conversar en tándem, porque todo lo que decían era inteligente, culto y divertido, por lo que llegó a pensar que no podían ser siempre así y más bien habían ensayado en casa para desl umbrar a sus interlocutores. El Cortázar de Borges y Vargas Llosa.
Fui directo a buscar “novedades” entre primeras ediciones y números sueltos de colecciones de antaño