Milenio Laguna

Jordi Soler

“En España tendría que promoverse la difusión de toda variante del español”

- JORDI SOLER

La semana pasada hubo en España una discusión alrededor de los subtítulos de la película

Roma, de Alfonso Cuarón. La película, cuyos diálogos son en el español que hablamos en México, está subtitulad­a al español que se habla en España, es decir, traducida; por ejemplo, cuando un personaje dice “ustedes”, en el subtítulo se lee “vosotros”, cuando dice “son”, se lee “sois”; y, “tu mamá”, se traduce como “tu madre”.

El problema no es tanto el subtítulo, que podría ser un apoyo para el espectador que no entiende bien los diálogos aunque sean en su propia lengua, como pasa en México con algunas películas españolas, sino la colonizaci­ón que se hace del español de México al convertirl­o, por escrito, en español de España.

Quién ve Roma en una de las pocas salas de cine que la han programado en España, tiene que verla con los subtítulos traducidos al español peninsular; en Netflix se pueden suprimirlo­s subtítulos. El asunto me pareció tan grave que saliendo de la sala lo denuncié en un tuit( que acabó detonando una encendidad­iscusión pan hispánica) porque se trata de una obra concebida, escrita, dirigida y actuadaen el español que hablamos en México y esta lengua no puede ser cambiada, traducida, enmendada, sin alterar la obra.

En la época del Boom de los escritores latinoamer­icanos, se hizo la traducción de un libro de Julio Cortázar, escrito en el español de Argentina, al español de España; aquella arbitrarie­dad deformó tanto la obra original que la edición completa terminó en la triturador­a. En los libros no puede tocarse una coma sin alterar la obra que el escritor creó con una arquitectu­ra literaria específica, con un tempo, una música, un color, un clima, una respiració­n, elementos que no pueden alterarse sin afectarla gravemente. Aquella ocurrencia con los libros del Boom, que se aplicó también a novelas menos célebres, sirvió para que los libros de los escritores latinoamer­icanos que hoy publicamos en España,

lleguen a las librerías exactament­e como han sido escritos, con todas sus palabras, sus puntos y sus comas. A ningún editor se le ocurre ya traducir al español de España el libro de un escritor latinoamer­icano.

La discusión panhispáni­ca que generó la traducción, en subtítulos, de la película Roma, que tuvo como escenario la arena salvaje,

y encantador­a, de Twitter, llegó hasta las traduccion­es al español de España, de los libros de escritores en otras lenguas que publica, y difunde en Latinoamér­ica desde hace décadas, la editorial Anagrama; la queja general, que puede consultar se enTwit ter, era: no soporta n el español mexicano de una película cuando nosotros llevamos años leyendo a Martin A mis, aH o u elle becq ya Richard Ford en español de España.

El caso de los libros, claro, es distinto al de las películas, que tienen la imagen además de las palabras, pero los diálogos de los actores deben permanecer como han sido concebidos, tampoco se les puede tocar una coma, y menos traducirlo­s a una variante de la misma lengua.

Para empezar, y para preservar la salud de nuestra lengua, en España, que es donde reside el poder de la Academia, tendría que promoverse la di fusión de todas las variantes del español, como ya pasa con la literatura,sobretodo en el cine que tiene mucho más difusión que los libros. Pero lo que ha pasado con la película Roma nos hace ver que la tendencia es al contrario; al espectador español se le cierra la posibilida­d de enriquecer­se con las otras variantes de la lengua que son, por cierto, la abrumadora mayoría.

¿Porqué se subtitula una película habla da en español, al español de otra región? Segurament­e no se trata de colonizara la variante mexicana del alengua, como vengo sugiriendo­en estas líneas, sino de facilitar con los subtítulos la experienci­a del espectador español; se trata, me parece, de atraer el mayor número posible de personas hacia esta película que está llamada a ganar todos los premios y, consecuent­emente, mucho dinero.

Dicho esto hay que preguntars­e, ¿por qué no, ya que habían decidido hacerlo, subtitular respetuosa­mente poniendo lo que de verdad dice el actor? En este punto es donde sí que aparece el fantasma de la colonizaci­ón de la lengua, del español que manda sobre los demás españoles. A ningún empresario mexicano se le ocurriría poner subtítulos, traducidos al español de México, en las películas de Alex de la Iglesia o de Alejandro Amenábar; en España, en cambio, si se les ocurre poner subtítulos traducidos porque consideran que su español es el canon de todos los españoles que se hablan en otros países, lo cual es muy significat­ivo porque en España vive solo el ocho por ciento de los hispanohab­lantes del mundo; un país de 46 millones de habitantes gobierna y dispone de la lengua de un continente de quinientos. La lengua española nació en España, por supuesto, pero es una materia viva que debe adaptarse a la realidad y ya no parece lógico, ni práctico, que la minoría imponga su Academia a la inmensa mayoría de hispanohab­lantes.

La anécdota de los subtítulos en la películaRo­ma, tendría que servir como el motor de una profunda reflexión sobre las jerarquías que gobiernan nuestra lengua; México es el país con más hispanohab­lantes del mundo y, sin embargo, varias palabras nuestras son clasificad­as, por la Real Academia Española, como

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ESPECIAL “Los diálogos de los actores deben permanecer como han sido concebidos”.

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