La Ruptura que unificó
Apropósito de una colaboración reciente que publiqué en la Revista Artes de México —cuyas ediciones son tan esmeradas y rigurosas que merecen protegerse— titulada “Lo abstracto como un criterio de la realidad: la obra de Luis López Loza”, me pareció oportuno continuar el tema agradeciendo a las editoriales que aún conjuntan el trabajo de escritores y artistas: lo escrito queda y el arte perdura. Aquel que crea es un observador condicionado por un contexto en que irrumpirá con su creación, pero frecuentemente olvidamos nombres debido a nuestra incapacidad de retener lo que ya hemos apreciado sustituyéndolo por lo que está dándose a conocer.
Este corto ensayo, inspirado en “La aparición de la Ruptura” —escrito por Teresa del Conde, en el cual elabora un conteo artístico de una época dinámica y cosmopolita—, pretende tener consecuencias, reentrar en el panorama de una generación que vive a la sombra de lo novedoso. López Loza nos permite aproximarnos al universo de posibilidades que su obra presenta, fragmentada durante el último tiempo por una falta de difusión que afecta toda la realidad del arte y que, sin embargo, no la vuelve irreductible.
Erróneamente damos lugar al cliché de que lo que interesa al creador solo es el producto pero al entender el proceso creativo y una vez que ha sido posible la elaboración, el móvil se vuelve la próxima que realizará. Cualquier artista necesita admitir que quiere ser visto; en este caso la exposición que dio motivo a dicho texto, titulado “Las constelaciones de la forma”, permitió que lo viéramos. La vanguardia tiene códigos propios y quien pretende incluirse en ella debe saber que frecuentar a quienes la constituyen fortalece el impulso creador, como la amistad entre López Loza y Wolfgang Paalen.
La ruptura de esta generación no consistió en un quiebre sino en una incisión dentro del panorama cultural que hasta entonces era o muy incluyente o totalmente excluyente. Pronto hubo una serie de personajes que fueron en pos de otra teoría menos polarizada que acabó siendo una doctrina para desplegar el arte. Así comienza una continuidad de maestros-discípulos que hasta la fecha prosigue, entre ellos Arnaldo Coen, Gunther Gerzo, Joy Laville, Mathias Goeritz, Roger von Gunten, Vlady y Waldemar Sjolander. Cada cual aportó un rasgo personal que en conjunto origina un dominio para lo legítimo. Artistas que nunca esperaron a que llegara su tiempo, haciendo una época del momento histórico que les tocó vivir. Aunque occidentalistas, mexicanistas y comunistas estaban unidos por el abstraccionismo, algunos exiliados de sus países y otros del mundo entero. Habría de proponerse que “la crítica” de arte fuera, antes que una crítica, un análisis.
“Pronto hubo una serie de personajes que fueron en pos de otra teoría menos polarizada”
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