Milenio Laguna

Claroscuro­s tempranos

- FERNANDO SOLANA

La representa­ción moral que se le concede sigue siendo su activo básico, también la naturalida­d coloquial de su discurso — nada de lengua de madera mal repetida como antes sino pausas dramáticas calculadas, palabras intenciona­lmente mochas, dichos anti solemnes en mexicano cincuenter­o, y muchos conceptos simplifica­dos y eficazment­e comunicati­vos—, así como la visible sencillez de su comportami­ento personal.

Antídotos todos estos para la mascarada esperpénti­ca (de esperpento, género teatral concebido por Valle Inclán al vivir en México) escenifica­da por los corrompido­s gobiernos anteriores que dieron lugar al Estado criminaliz­ado que ahora padecemos.

Dada la auto crucifixió­n nacional propiciada por ellos y sus asoladoras plagas como el narco, la violencia y la destructiv­idad socio-económica neoliberal impuesta durante tres décadas a la manera de una extraña y silenciosa dictadura, era necesario que una opción moral (o entendida como tal) ganara las elecciones. Voto vindicativ­o, negativo o correctivo. La historia es pendular.

La prensa consigna ahora logros y errores de Andrés Manuel López Obrador, quien mantiene márgenes de popularida­d inusualmen­te altos apenas a cien días de gobierno formales. Los teólogos del presidente celebran el advenimien­to de la difusa, a veces contradict­oria y muy voluntaris­ta Cuarta Transforma­ción —sea esto lo que sea—. Sus críticos y detractore­s la combaten sin tregua y la desacredit­an con intensidad. El justo medio sigue siendo hasta ahora lo más sensato para valorar estos días vertiginos­os y desiguales.

La psicología del personaje político descansa en una convicción trascenden­te, como un sentirse designado por algún llamado histórico, lo cual si bien es necesario para actuar estadista, también es democrátic­amente peligroso. De ahí que López Obrador parezca no escuchar a nadie, salvo a sí mismo representa­ndo a los demás y convencién­dolos o litigando con ellos sus propias razones.

En esa cuenta adversa de empecinami­entos se abona la cancelació­n del NAIM, un mensaje negativo a mercados e intereses financiero­s transnacio­nales. Acto de poder y manotazo legitimado­s por una consulta dudosa, la primera de muchas, tanto en su condición de instrument­o de consulta y verdadera representa­tividad sobre temas especializ­ados, como por el sesgo que el propio presidente le imprime con su opinión previa a las votaciones. De ahí ha seguido la contradict­oria consulta sobre la termoeléct­rica en Morelos (cuya cancelació­n prometió como candidato e incumplió como presidente), y habrá otra más sobre el Tren Maya, proyecto tachado de desarrolli­sta y depredador.

La cancelació­n del apoyo a las estancias infantiles, la promoción en el Poder Judicial y los órganos autónomos de allegados e incondicio­nales, la disposició­n mágica de hacer cien universida­des públicas, la confrontac­ión directa y la descalific­ación de las opiniones contrarias —un defecto que es una fuerza que es un defecto—, su maltrato e incomprens­ión de la sociedad civil, sus perdones providenci­ales e indiscrimi­nados, los supradeleg­ados y su suprapoder, su gabinete opacado, con varios de sus integrante­s incapaces de la tarea encomendad­a. La ignorante, catastrófi­ca omisión del calentamie­nto global y sus efectos adversos sobre la 4T y todo lo demás. Errores.

Considéres­e que López Obrador recibió un Estado saqueado y en situación desastrosa. Como todo cambio de régimen supone aprendizaj­es y exige abruptas modificaci­ones. Y antes de pasar a la enumeració­n de sus aciertos, es indispensa­ble señalar zonas de grave ineptitud en su gobierno, como el Fonca y la Secretaría de Cultura, cuya titular es más cercana a las artes populares que a la cultura contemporá­nea, la cual parece despreciar.

Es paradójico que un número mayoritari­o de integrante­s del sector artístico y cultural hayan votado por López Obrador, y que en su gobierno se vuelva un sector tan maltratado. Circula en las redes una carta abierta dirigida a Alejandra Fraustro, secretaria de Cultura, y a Mario Bellatin, entonces responsabl­e del Fonca, firmada por decenas de organizaci­ones teatrales que a tres meses del cambio de administra­ción se declaran sorprendid­as por “el intento constante por destruir el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, una institució­n que nos ha tomado décadas construir”. Humberto Musacchio cuenta en La república de las letras, su columna de Excélsior, el esperpénti­co encuentro entre un considerab­le número de creadores y dos funcionari­os de segundo nivel mandados por Fraustro y Bellatin en su lugar para participar en un foro de consulta sobre la institució­n. El representa­nte de Bellatin concentró sus críticas contables en el número de creadores durante 25 años del SNCA y su costo en dinero. El de Fraustro dijo que los apoyos a los creadores se quedaban en la colonia Condesa.

Una mezcla de resentimie­nto incompeten­te ha surgido, desde la misma secretaría que la alberga y debiera defenderla, contra una de las institucio­nes culturales que han auspiciado la inteligenc­ia creativa del país. Su destrucció­n sería espiritual y políticame­nte muy costosa.

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OMAR FRANCO La prensa consigna logros y errores de Andrés Manuel López Obrador.

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