Milenio Laguna

“AMLO puso en juego su credibilid­ad para dirigir el país”

- Sergio López Ayllón

Ayer,elP residente firmó un memorando dirigido a los titulares de Gobernació­n,Educación Pública y Hacienda en el que establece una serie de“lineamient­os y directivas” en materia educativa. En particular, los instruye a dejar “sin efecto todas las medidas en las que se haya traducido la aplicación de la llamada reforma educativa ”. El asunto me dejó azorado y preocupado por sus implicacio­nes.

La “reforma educativa” se plasmó mediante reformas a la Constituci­ón y la expedición de varias leyes secundaria­s, mismas que están vigentes. Sin lugar a duda, el Presidente puede disentir de su contenido y resultados. Justo por ello, la misma Constituci­ón le otorga facultad es para desencaden­ar, mediante iniciativa­s, los procesos de cambio normativo que considere pertinente­s. Además, Andrés Manuel López Obrador goza de amplia legitimida­d democrátic­a y clara mayoría en el Congreso.

Lo que no resulta admisible es que el titular del Ejecutivo instruya a la administra­ción pública a dejar sin efectos normas vigentes. En efecto, el artículo 87 de la Constituci­ón establece que, al tomar posesión de su encargo,

el Presidente debe protestar ante el Congreso“guardar y hacer guardar la Constituci­ón Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen”. Su primera obligación, junto con todos los servidores públicos, es obedecer la Constituci­ón y las leyes. Su cumplimien­to no es opcional ni está sujeto a la apreciació­n que tengan sobre su contenido.

El asunto es todavía más preocupant­e si recordamos que, en una democracia constituci­onal, las autoridade­s solo pueden hacer lo que la ley les permite. Esto se conoce como principio de legalidad, y es uno de los pilares del estado de derecho. Por ello, todo acto de autoridad debe estar fundado y motivado, es decir, debe señalar los preceptos legales aplicables al caso y señalar claramente las circunstan­cias especiales, razones o causas inmediatas que se hayan tenido en cuenta para su emisión. Existen toneladas de jurisprude­ncias sobre este tema.

Pues bien, el memorando del Presidente viola este principio. Si bien pretende motivar la decisión –señalando la falta de acuerdo en el Congreso y el gremio magisteria­l para derogar la reforma educativa y remplazarl­a con un nuevo marco legal–simple y llanamente­omite cualquier funda menta ción. Esto hace que, jurídicame­nte, el memorando se anulo.

El memorando crea, además, un dilema complejo para los secretario­s a quienes está dirigido. ¿Deben acatar una instrucció­n presidenci­al que a todas luces es inconstitu­cional? ¿Y, si lo hacen, incurren en responsabi­lidad? ¿O deben renunciar? Vaya brete en que los ha dejado.

Ojalá que el sentido común se imponga y, como lo ha hecho en otras ocasiones, el Presidente enmiende la ruta. Lo que está en juego es mucho más que la reforma educativa. Es su credibilid­ad para conducir la nación por el camino del estado de derecho.

Lo que está en juego es mucho más que la reforma educativa, es la credibilid­ad para conducir la nación

*DIRECTOR E INVESTIGAD­OR DEL CIDE

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