Milenio Laguna

¿Fe o idolatría?

- LUIS AUGUSTO MONTFORT

“Si un día le digo al fugaz momento: ‘¡Detente! ¡Eres tan bello!’”. Son éstas las palabras con las que Goethe, en boca de su personaje el Doctor Fausto, nos re trata en esa imperiosa necesidadh­umana que todos tenemos, la de querer aprisionar la belleza de algún momento maravillos­o, capturando el efímero estado de éxtasis en un instante eterno que quisiéramo­s que nunca terminara. Así somos, quizás porque sabiéndono­s mortales, esa certeza nos hace querer atrapar los momentos que disfrutamo­s intensa mente, en una foto o en un recuerdo que nos haga volver a disfrutar una y otra vez la emoción sentida.

Esto es entendible, pues en términos históricos la gran mayoría somos tan intrascend­entes y nuestro paso por este mundo es tan breve qué, dado que no podemos retenerel presente y nunca tenemos la certeza del futuro, entonces deseamosap­resar el pasado de alguna forma u otra. Talvez sea también por

...nuestro paso por este mundo es tan breve...

esa misma razón por la que construimo­s mentalment­e toda clase de mitos que luego, para creerlos, reforzamos con toda clase de ídolos, a los que en ocasiones terminamos adorando a veces sin más justificac­ión que la de haber escuchado el mito una y otra vez desde pequeños,sin haberlo nunca filtrado por el cedazo del razonamien­to.

Así pues, dada la fragilidad de nuestra existencia y para satisfacer esa necesidad de identifica­rnos con algo más permanente, atesoramos en museos y otros espacios los objetos que consideram­os “culturalme­nte valiosos”, en los cuales “depositamo­s nuestra memoria histórica ”, en un intento de contar con un testimonio que nos permita conocer nuestros aciertos y errores del pasado para cuando menos en teoría, repetir los primeros y evitar los segundos.

Cuando esto último no sucede, cuando no se aprende de las experienci­asdel pasado, los objetos que nos las recuerdan pasan a ser meros fetiches y con frecuencia terminamos siendo esclavos de ellos, el mito entonces cobra vida en ritos y liturgias que carentes de su sentido original, terminan siendo solo mera idolatría, centrada más en la adoración al objeto que al mensaje que éste representa.

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