Milenio Laguna

Gulliver en Palacio Nacional

El Presidente asiste las mañanas frente a todos los medios, opina sobre todas las cosas, desautoriz­a a sus empleados, informa y a veces desinforma, explica el rumbo de su gobierno, da línea y sus palabras repercuten durante el día

- GIL GAMÉS gil.games@milenio.com Gil s’en va

Repantigad­o en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil meditaba en las conferenci­as del Presidente en Palacio cuando aún el alba no entrega al mundo algo de su luz (esto se llama poetry de días de guardar). Liópez Obrador ha dicho que ejercerá su derecho a la réplica, que quiere un diálogo circular y que no se quedará callado ante las críticas de los periodista­s. Correcto, cavila Gil, pero el asunto le parece como si Gulliver declarara que los liliputien­ses no lo harán preso en esta ocasión, como ocurre en uno de los viajes del gigante en la obra de Jonathan Swift.

El Presidente asiste todas las mañanas frente a todos los medios habidos y por haber, expresa su opinión sobre todas las cosas, desautoriz­a a sus empleados, informa y también a veces desinforma, explica el rumbo de su gobierno, da línea y sus palabras repercuten durante el día hasta el último rincón de la República. Por si fuera poco los medios públicos transmiten completa su conferenci­a mañanera, el Canal Once y el Canal 22 son un eco diario, controla la radio pública, reparte dinero en los medios donde le parece que hay que repartirlo.

A esta concentrac­ión de poder habría que añadir la captura del Estado que se ha propuesto y que logra con éxito el Presidente. Gilga no olvida que la Guardia Nacional y las 268, más menos, zonas militares le reportaran a él cada día. Además de estas pequeñas cosas del poder que le fue conferido en las urnas y que él ha transforma­do en un superpoder, el Presidente quiere replicar y tener un diálogo circular, no se quedará callado. ¿No es un poco demasiado? No se lo tomen a mal a Gil, pero el Presidente nunca está callado, el silencio no es lo suyo. Entonces Gamés piensa en un Gulliver que todas las mañanas habla, ríe, se enoja, improvisa.

El Pueblo

El Presidente replicó y explicó: “Con una revolución de las conciencia­s se ha avanzado muchísimo, es otra la mentalidad del pueblo. Entonces, esto nos ayuda mucho para que los ciudadanos sean al final de cuentas los que pongan a cada quién en su lugar, que nos pongan tanto a los ciudadanos como a las autoridade­s, a los medios en nuestro lugar para que todos aprendamos a respetar al pueblo, no pensar que el pueblo es menor de edad o que el pueblo es tonto. Tonto es el que piensa que el pueblo es tonto”.

El pueblo los pondrá a todos en su lugar: a los medios, a las autoridade­s. Gilga caminó sobre la duela de cedro blanco y no tuvo más remedio que volver a este texto de Savater, otra vez. “Este término (pueblo) suele ser empleado como sinónimo del conjunto de ciudadanos de un país, casi siempre con intención encomiásti­ca —el pueblo siempre es noble, nunca se equivoca, etcétera— y frecuentem­ente algo cursi (algo así como llamar corcel a un caballo). Pero también lo utilizan a veces nacionalis­tas y colectivis­tas de vario pelaje para nombrar a una entidad superior y eterna que se opone a cada uno de los ciudadanos de carne y hueso, una especie de diosecillo político que siempre tiene la razón por encima de ellos y contra ellos: lo importante es lo que quiera el Pueblo (es decir, lo que dicen que quiere los que hablan en su nombre), más allá de lo que efectivame­nte quiere cada cual. Por lo general, este tipo de ‘pueblo’ siempre apoya sus demandas en las raíces y en el pasado: en cambio, los ciudadanos son desarraiga­dos (de la tradición y sus legendaria­s genealogía­s) en busca de un futuro nuevo y común”. En fon.

Corregir

Al final, el Presidente se comprometi­ó a corregir cuando se presente informació­n equivocada. “Entonces, qué bien que se dan estas cosas porque ayuda, enriquece la vida pública del país; y que, además, si nosotros damos un dato equivocado, corregirlo, que nos estén ustedes haciendo contrapeso, que nadie se sienta absoluto en ningún nivel de la escala social, que se garantice el derecho a disentir y poder rectificar… Ese es mi punto de vista, libertad en todos los casos”.

Algo es algo, dijo un calvo, cuando un pelo le creció. Gil pasa a retirarse a sus habitacion­es en estos días de guardar. Volverá purificado, mju, el próximo lunes a esta página del fondo.

Todo es muy raro, caracho, como diría Benjamin Disraeli: Hay personas silenciosa­s que son mucho más interesant­es que los mejores oradores.

Los medios públicos transmiten su mañanera y da dinero a los que le parece que hay que darlo

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