¿Justicia? A los niños, primero que nada
El Presidente de la República acaba de plantear un dilema muy inquietante: “Si hay que optar entre la ley y la justicia, no lo piensen mucho, decidan en favor de la justicia”, ha dicho, literalmente, luego de que fuera cuestionada su iniciativa de firmar un memorando para anular la reforma educativa implementada por el régimen de Enrique Peña.
De entrada, no parece tan evidente la relación entre el principio moral que determina la supremacía de la equidad y el establecimiento de nuevas reglas para normar los procesos educativos en este país. O sea, ¿a partir de qué momento se pudo haber determinado que la instauración de la mentada reforma significó un atropello? ¿De qué acto de injusticia estaríamos hablando? ¿Quiénes son los grandes afectados? ¿Qué perjuicios están teniendo lugar como para que sea necesario invocar la preeminencia de la justicia por encima de la legalidad? ¿Qué posible inequidad podríamos advertir en los propios postulados de la reforma?
Entre otras cosas, las modificaciones a los procesos educativos que el actual jefe del Ejecutivo quiere derogar plantearon mecanismos de supervisión a los maestros para garantizar que brindaran una enseñanza de calidad a los niños de la nación mexicana. Éstos, los infantes que acuden cada mañana al colegio, serían los primerísimos beneficiarios de establecer unos mínimos niveles de exigencia profesional a sus enseñantes. Y, si lo piensas, no hay absolutamente ninguna razón para no pedirle a cualquier persona que tenga la capacidad para llevar a cabo sus funciones. Ni mucho menos para eximirla de los correspondientes controles. Los pilotos de avión, para mayores señas, deben presentar pruebas de aptitud cada cierto tiempo y demostrar así que siguen teniendo las habilidades necesarias para operar el aparato. Los cirujanos acuden constantemente a congresos en los que aprenden las últimas técnicas quirúrgicas. Los violoncelistas deben practicar todos los días para ejecutar correctamente su instrumento en una orquesta sinfónica. Los atletas de alto rendimiento deben también entrenar a diario y si no logran las marcas requeridas no acuden pura y simplemente a los Juegos Olímpicos.
Me he permitido este breve recuento de exigencias a las que se someten tantos profesionales porque, al parecer, una parte del gremio magisterial denuncia que la antedicha reforma tiene un carácter esencialmente “punitivo” y se me ocurre, entonces, que la posible “injusticia” que estuvieren sobrellevando los maestros sería ésa, la de ser evaluados. De ahí se derivaría, a su vez, el propósito del presidente Obrador, pues sí, de hacer justicia y, de paso, de colocar su cruzada justiciera por encima de las leyes que rigen en nuestra República. Yo pensaría que no hay mayor injusticia, o ruindad, que dejar a los niños sin clases. Pero, en fin…