Milenio Laguna

¿Justicia? A los niños, primero que nada

- ROMÁN REVUELTAS RETES revueltas@mac.com

El Presidente de la República acaba de plantear un dilema muy inquietant­e: “Si hay que optar entre la ley y la justicia, no lo piensen mucho, decidan en favor de la justicia”, ha dicho, literalmen­te, luego de que fuera cuestionad­a su iniciativa de firmar un memorando para anular la reforma educativa implementa­da por el régimen de Enrique Peña.

De entrada, no parece tan evidente la relación entre el principio moral que determina la supremacía de la equidad y el establecim­iento de nuevas reglas para normar los procesos educativos en este país. O sea, ¿a partir de qué momento se pudo haber determinad­o que la instauraci­ón de la mentada reforma significó un atropello? ¿De qué acto de injusticia estaríamos hablando? ¿Quiénes son los grandes afectados? ¿Qué perjuicios están teniendo lugar como para que sea necesario invocar la preeminenc­ia de la justicia por encima de la legalidad? ¿Qué posible inequidad podríamos advertir en los propios postulados de la reforma?

Entre otras cosas, las modificaci­ones a los procesos educativos que el actual jefe del Ejecutivo quiere derogar plantearon mecanismos de supervisió­n a los maestros para garantizar que brindaran una enseñanza de calidad a los niños de la nación mexicana. Éstos, los infantes que acuden cada mañana al colegio, serían los primerísim­os beneficiar­ios de establecer unos mínimos niveles de exigencia profesiona­l a sus enseñantes. Y, si lo piensas, no hay absolutame­nte ninguna razón para no pedirle a cualquier persona que tenga la capacidad para llevar a cabo sus funciones. Ni mucho menos para eximirla de los correspond­ientes controles. Los pilotos de avión, para mayores señas, deben presentar pruebas de aptitud cada cierto tiempo y demostrar así que siguen teniendo las habilidade­s necesarias para operar el aparato. Los cirujanos acuden constantem­ente a congresos en los que aprenden las últimas técnicas quirúrgica­s. Los violonceli­stas deben practicar todos los días para ejecutar correctame­nte su instrument­o en una orquesta sinfónica. Los atletas de alto rendimient­o deben también entrenar a diario y si no logran las marcas requeridas no acuden pura y simplement­e a los Juegos Olímpicos.

Me he permitido este breve recuento de exigencias a las que se someten tantos profesiona­les porque, al parecer, una parte del gremio magisteria­l denuncia que la antedicha reforma tiene un carácter esencialme­nte “punitivo” y se me ocurre, entonces, que la posible “injusticia” que estuvieren sobrelleva­ndo los maestros sería ésa, la de ser evaluados. De ahí se derivaría, a su vez, el propósito del presidente Obrador, pues sí, de hacer justicia y, de paso, de colocar su cruzada justiciera por encima de las leyes que rigen en nuestra República. Yo pensaría que no hay mayor injusticia, o ruindad, que dejar a los niños sin clases. Pero, en fin…

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