El VAR cambió las portadas
Los aficionados nos creíamos árbitros antes del VAR, ahora lo somos. Hoy compartimos culpas y responsabilidades con el juez central: expiamos nuestros pecados. Las discusiones sobre arbitraje continúan, la diferencia es que estamos mejor informados. El VAR permite que nos equivoquemos todos. Agrega dramatismo a las jugadas comprometidas, pero resta presión a la decisión: lo que mira el árbitro lo miramos todos; es parejo, emocionante y divertido. Perfectible como cualquier tecnología, el VAR
democratizó el futbol como ningún otro reglamento. Es la mejor decisión de FIFA aplicada al juego desde la invención de las tarjetas. El tiempo terminará por convertirlo en un sistema infalible, en el límite de la perfección, estará su verdadero riesgo. Aunque las decisiones arbitrales dependan de la inteligencia artificial, hay un alto grado de deportividad y caballerosidad en respetar una autoridad. El futbol no es capaz de autorregularse, conviven en él tantas pasiones que sería imposible prescindir del criterio y las sensaciones de una persona para aconsejarle. Los árbitros se volverán consejeros del juego: serán irremplazables. Todo esto lo saben los ingleses, siempre conservadores ante los movimientos del reglamento, tardaron en aceptar su aplicación. Su resistencia tiene sabiduría: serán los últimos en equivocarse y los primeros en perfeccionarse. La Premier es la única de las grandes Ligas que permanece intacta, sus aficionados conocieron el VAR en fase eliminatoria de Champions, afortunadamente, la decisión más comentada quedó entre ingleses: favoreció al Tottenham y eliminó al City. Una jugada así, de último minuto y en semejante escenario, difícilmente se habría marcado. La polémica, como decíamos, persiste; pero las portadas del día siguiente ya no encabezan con el apellido del árbitro, ahora todas escriben para mal o bien, la palabra VAR. Y dentro del VAR, pitamos todos.