Anonimato legitimado
Nos “calienta”, incomoda y molesta escucharlo o leerlo: Torreón, y los municipios de la Laguna conurbada –que lejos está de ser una verdadera Zona Metropolitana—atraviesan una etapa crítica de su historia. Más allá de si la alcaldesa (Gómez Palacio) y los alcaldes (Torreón, Lerdo y Matamoros) son o no responsables del estado de cosas prevaleciente, se observan ciudades desatendidas por sus habitantes. Salvo los bulevares y calles de sectores privilegiados que lucen limpios y hasta arbolados, el resto de la mancha de cemento no ofrece nada distinto al abandono por parte de la gente: banquetas destrozadas, cruceros peligrosos, contaminación ambiental y auditiva, peatones sin educación vial, automovilistas bravucones, choferes de transporte público irrespetuosos, motociclistas temerarios, ciclistasmuchísimo víctimas y también valemadristas circulando en sentido contrario, igual los carromatos. El paisaje urbano tedioso, deja muchísimo qué desear, al implacable sol hay que agregar las numerosas bardas, paredes y postes pintarrajeados, incontables tendidos de cables, teléfonos públicos inservibles y en desuso, alcantarillas azolvadas, pavimento con hoyancos y piedras, basura por allá y por acá, bolsas con animales muertos, escombro que nadie levanta, vehículos con largo tiempo varados en todos lados, del centro hacia el poniente Torreón
El paisaje urbano tedioso, deja qué desearla
es un caos. Lo mismo sucede en Gómez Palacio en su núcleo central.
En ambas ciudades y Lerdo su gente se ha encargado, diariamente, de violentar la convivencia. Sí, hay una violencia social que se encubre en la nada, en lo anodino, en el individualismo irracional y en el porque sí. Las autoridades no pueden hacer mucho frente al costumbrismo urbano,
ignorancia y el abuso y envalentonamiento de los diferentes estratos que integramos la Laguna conurbada. Así somos y ningún partido político, ninguna alcaldesa, ningún alcalde ni nadie lograrán impulsar un mejor Torreón, un Gómez Palacio, un Lerdo o un Matamoros si no cambiamos nuestra manera de ser ciudadanos. La sociedad
_ conurbada lagunera se estancó en la monotonía de lo irreal y ha saturado su crecimiento con más de lo mismo. Esa conducta anónima se ha legitimado con el comportamiento ante la pandemia del Covid-19.