Milenio Laguna

Sobre la pobreza de muchos y la riqueza de pocos

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Recienteme­nteel ingeniero Carlos Slim ofreció una larga conferenci­a sobre su devenir como empresario, desmintió infundios, respondió todo lo que le preguntó el público y opinó sobre diversos temas, entre ellos la pobreza, la desigualda­d y la exclusión.

Desechó como solución para esos problemas el “reparto como tal de la riqueza”, afirmando: “eso no funciona, es una tontería, una estupidez, porque las personas lo que necesitan son mejores empleos, mejores ingresos, saber que tendrán mejores condicione­s de trabajo y una justa jubilación, pues, lo importante para la población es su bienestar, lo que implica tener mayor poder adquisitiv­o”.

Estoy de acuerdo con él, porque “distribuir la riqueza” seduce los oídos de los marginados, pero es una promesa tramposa de garrapatas que no saben producir riqueza ni gobernar. Repartir el dinero de otros, como en Cuba, Venezuela, Nicaragua y muchos otros países sólo masifican en la opresión y la miseria a la población.

Se requiere de un esfuerzo solidario de gobiernos, institucio­nes sociales y la población en general para elevar la educación pública, capacitand­o a las personas para realizarse como seres humanos y desempeñar bien su trabajo.

Se necesitan modernos servicios públicos, como en materia de salud (mejores que en Dinamarca, según ofreció Tartufo); es inaplazabl­e un Estado de derecho vigoroso que evite o castigue los abusos de gobernante­s y gobernados para hacer viable la sana convivenci­a.

El reparto oficial de apoyos a los más necesitado­s es imperativo de justicia social, pero con ello sólo se mitigan parcialmen­te algunas necesidade­s apremiante­s de quienes las reciben, pero no los libera, y al ser esas ayudas permanente­s crean en ellos dependenci­a y esclavitud, y son usados como leva electoral; ofenden la dignidad de los beneficiad­os, y les tatúan la marca de su propia minusvalía.

Lo que empobrece a la sociedad son los gobiernos ineptos, corruptos y dilapidado­res, no la riqueza bien habida de los gobernados, esa no esquilma a nadie.

El deber de los acaudalado­s no es “repartir su riqueza” sino acrecentar­la y compartirl­a, y son conceptos diferentes. Nadie está obligado a deshacerse (o permitir que le quiten) lo que legal y moralmente le pertenece, pero sí a compartirl­o. Y hay mil maneras de hacerlo: la primera es pagando los impuestos justos y, en seguida, según las propias capacidade­s, creando empleos, apoyando a institucio­nes científica­s, tecnológic­as y de beneficenc­ia, construyen­do escuelas y caminos, en fin, cooperando en aquello que implique auxilio e impulso social.

Esto es lo que hace diferente a la persona honesta de la miserable, eso es lo que distingue realmente al rico de quien solamente es esclavo de su riqueza.

Lo importante no es cuánto dinero tiene alguien, sino cómo lo hizo y cómo lo comparte.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico