Milenio Laguna

Serpiente interna

- CASTA DIVA AVELINA LÉSPER

Lasserpien­tes viajaron hasta la mitología grecolatin­a, en donde simbolizar­on todo lo que somos incapaces de hacer y de decir. La Gorgona o Medusa con su cabeza poblada de serpientes, diosa del inframundo, es la sabiduría que nuestro ser oculta para nosotros mismos, es la verdad que negamos. Cada una de esas lenguas, cada par de ojos observan dentro del recinto cerrado de nuestra mente. Perseo, la ataca con la trampa del espejo, muestra su escudo pulido para que ella, en la furia de saber lo que debería ignorar, se mire y quede paralizada. Es la mirada que debemos dar al espejo, la que nos obliga a aceptar que negamos lo que somos, y en la violencia impúdica de la realidad, lo sabemos. Esa sabiduría paraliza, perturba, fascina y mata. La Medusa son todas las voces de nuestras propias voces, todos los cantos y los llantos, cada una es un lamento, un arrepentim­iento y un motivo para seguir indagando. La Medusa de Caravaggio grita furiosa, se defiende de su imagen, aúlla, dice “no soy yo, no es mi voz y me tragaré competa cada serpiente que sepa mi nombre”.

Atenea, la sabia, lleva enroscada en su escudo a la gran serpiente Erecteo, que puede ser arma y defensa. Clitemnest­ra la asesina de Agamenón, en la tercera parte de la Orestiada es vengada por las Erinias, furiosas que ofenden al ojo con su horrenda apariencia. Coronadas de serpientes, ojos inyectados de sangre y pus, aliento fétido, con lenguas largas, se muerden entre ellas y exigen el cuerpo de Orestes, asesino de su madre, Clitemnest­ra. No escuchan, no se detienen, el hijo a matado a la madre, el cielo se estremece y ellas juzgan y condenan. Orestes es llevado a juicio, Los dioses lo defienden, la venganza lo hace inocente, es justicia. La madre no será vengada Orestes liberado, deja a las Erineas con el apetito frustrado.

El jardín tiene una voz, y la pareja no está sola. La voz del Jardín del Edén, la confesora y amiga de Eva es una serpiente, que es Eva misma. Si Medusa tenía decenas, Eva le basta poseer una sola. Esa voz, la llevará al conocimien­to, aquí, en el Jardín, la serpiente es sabiduría y esta es tentación. Saber es una incógnita, experiment­ar es un reto. La serpiente la guía y le señala el árbol y el fruto. Después de eso, ante la furia de un Dios que espera paciente a que los hechos sucedan, los seres humanos conocieron la realidad detrás del jardín, la realidad del cuerpo, del sentido de la existencia y de las sensacione­s que depara el placer y el sufrimient­o. No hay salida, somos perecedero­s, la eternidad era un falso jardín, la escenograf­ía de la nada. Tiziano rompe los tabúes, Adán toca a Eva que recibe el fruto de mano de un niño que está en la copa del árbol, la pareja está consumada, esa mano es la tentación que supera los límites. Eva mira el fruto, dispuesta a que esa caricia sea parte del bocado. Esa historia que explica con claridad que el cuerpo es el vehículo de nuestra existencia, ha sido motivo para el arte, en esas pinturas se deposita la naturaleza humana.

La voz del Jardín del Edén, la confesora y amiga de Eva es una serpiente, que es Eva misma

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