Milenio Laguna

Gracias, señor Presidente

- JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.

Dehinojos, con la cabeza inclinada y golpes en el pecho, el cartujo atiende el evangelio según San Andrés: “Estamos viviendo el peor momento de la prensa en México desde la época del presidente Madero, lo peor, mucho control que no había ni siquiera en la época de mayor autoritari­smo, sobre todo control de la oligarquía, la prensa al servicio del dinero”.

En Palacio Nacional, la mayoría lo escucha con fervor y, aunque no lo enfoca ninguna cámara, el monje imagina el rostro compungido y a la vez indignado de Jesús Ramírez, sacristán de ese templo extraordin­ario donde vivió Benito Juárez, santo patrono de los laicos.

López Obrador nombra a los más encumbrado­s periodista­s de la capital del país, habla de sus elevados ingresos y se queja de sus constantes ataques. Descompues­tos —dice—

“gritan atacándono­s” y por su culpa, en gran medida, la Ciudad de

México se ha vuelto conservado­ra.

Gracias a Dios, no pasa mucho tiempo cuando una voz le endulza la mañana, y no es una voz cualquiera sino de la Susana Carreño, “de Radio Universida­d de Guadalajar­a, Foro Nacional de Periodista­s y Red de Periodista­s de Puerto Vallarta”. Después de exponerle algunos casos, termina untándole el milagroso bálsamo del elogio: “Usted es un gran presidente, es muy humano. Aunque haya gente que diga lo contrario, siempre habrá voces de periodista­s, de comunicado­res, que sabemos lo que está haciendo”. Lo felicita y concluye conmovida: “Muchas gracias, gracias. Gracias, Jesús, también”.

Pero no es la única, la modesta María Teresa Mora Guillén, “correspons­al del corporativ­o Imagen del Golfo, el medio más importante del estado de Veracruz”, con agudeza le pregunta: “¿Por qué le dan tanta importanci­a, señor, a medios de la Ciudad de México? Que, a pesar de que dicen ser nacionales, no lo son, (…) solo se leen en la capital del país (…). En los estados existen medios independie­ntes que son más leídos y más valiosos”. Medios en los cuales, le faltó agregar, se habla bien de su gobierno y nadie ignora sus consejos ni cuestiona sus sabias decisiones, como deberían hacer todos los buenos periodista­s del país.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

El monje imagina el rostro compungido de Jesús Ramírez

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