Gracias, señor Presidente
Dehinojos, con la cabeza inclinada y golpes en el pecho, el cartujo atiende el evangelio según San Andrés: “Estamos viviendo el peor momento de la prensa en México desde la época del presidente Madero, lo peor, mucho control que no había ni siquiera en la época de mayor autoritarismo, sobre todo control de la oligarquía, la prensa al servicio del dinero”.
En Palacio Nacional, la mayoría lo escucha con fervor y, aunque no lo enfoca ninguna cámara, el monje imagina el rostro compungido y a la vez indignado de Jesús Ramírez, sacristán de ese templo extraordinario donde vivió Benito Juárez, santo patrono de los laicos.
López Obrador nombra a los más encumbrados periodistas de la capital del país, habla de sus elevados ingresos y se queja de sus constantes ataques. Descompuestos —dice—
“gritan atacándonos” y por su culpa, en gran medida, la Ciudad de
México se ha vuelto conservadora.
Gracias a Dios, no pasa mucho tiempo cuando una voz le endulza la mañana, y no es una voz cualquiera sino de la Susana Carreño, “de Radio Universidad de Guadalajara, Foro Nacional de Periodistas y Red de Periodistas de Puerto Vallarta”. Después de exponerle algunos casos, termina untándole el milagroso bálsamo del elogio: “Usted es un gran presidente, es muy humano. Aunque haya gente que diga lo contrario, siempre habrá voces de periodistas, de comunicadores, que sabemos lo que está haciendo”. Lo felicita y concluye conmovida: “Muchas gracias, gracias. Gracias, Jesús, también”.
Pero no es la única, la modesta María Teresa Mora Guillén, “corresponsal del corporativo Imagen del Golfo, el medio más importante del estado de Veracruz”, con agudeza le pregunta: “¿Por qué le dan tanta importancia, señor, a medios de la Ciudad de México? Que, a pesar de que dicen ser nacionales, no lo son, (…) solo se leen en la capital del país (…). En los estados existen medios independientes que son más leídos y más valiosos”. Medios en los cuales, le faltó agregar, se habla bien de su gobierno y nadie ignora sus consejos ni cuestiona sus sabias decisiones, como deberían hacer todos los buenos periodistas del país.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.
El monje imagina el rostro compungido de Jesús Ramírez