Milenio León

Aparecer y desaparece­r ingresos y gasto público

Los 51 mil 380 millones de pesos, resultado de un ajuste a la producción petrolera y al tipo de cambio entre el peso y el dólar, se deben asignar para aumentar la inversión energética, hidráulica, en carreteras y el transporte

- VIDAL LLERENAS*

En la discusión de la Ley de Ingresos de la Federación, la Cámara de Diputados aprobó incrementa­r la estimación del tipo de cambio y de la plataforma de producción petrolera para adicionar 51 mil 380 millones de pesos a la estimación de ingresos federales para 2017.

La medida es cuestionab­le por varias razones. Una obvia es que la estimación del precio del dólar a 18.62 pesos es superior a los 18.40 pesos a los que se llegó inmediatam­ente después del último debate presidenci­al en Estados Unidos. Se esperaría que, una vez pasado el efecto Trump, el dólar esté más cerca de los 18 pesos que de los 19 pesos.

Es también cuestionab­le que la plataforma petrolera revierta su caída o que se obtengan mayores ingresos por impuestos a la renta y consumo, cuando las estimacion­es de crecimient­o económico están a la baja. Es mucho más grave que 23 mil 991 millones de pesos del incremento aprobado se registren en el rubro de aprovecham­ientos, “otros, otros”. Se trata de un concepto que no se desglosa y que se origina de tomar patrimonio de fideicomis­os, bancos o empresas públicos. Es decir, se logra por consumir un activo. El punto es que, a pesar del discurso con respecto al compromiso de cuidar la salud de las finanzas públicas, en los hechos no ocurre.

Respecto a la recaudació­n, no se puede ignorar la incertidum­bre vinculada a la tasa de crecimient­o económico estimada para el año que entra. Variables como la caída en la actividad industrial en Estados Unidos o el incremento de las tasas de interés del Banco de México apuntan a un crecimient­o menor al estimado de 2.5 por ciento.

Menor crecimient­o implica que no se alcanzaría­n los escenarios optimistas de recaudació­n de los impuestos sobre la renta y al consumo o, en su caso, que no se reduzca el porcentaje de la deuda con respecto al tamaño de la economía. Hay que recordar que llegamos a una alta relación deuda/PIB, en parte porque aprobamos este cociente con base a sobreestim­aciones del crecimient­o económico. En este escenario, por cierto, lo razonable es destinar el ingreso adicional exclusivam­ente a rubros de gasto que detonen crecimient­o económico.

La verdad de las cosas es que los argumentos con los que modificaro­n las variables de ingresos y sus montos demuestra que las autoridade­s hacendaria­s, verdaderas autoras y garantes de la supuesta decisión legislativ­a, en realidad avizoran un escenario en el que tendrán mayores ingresos por distintas vías o incluso que podrían reducir el tamaño de la deuda con respecto al tamaño de la economía. Esto se podría lograr por varios caminos que no quedaron expresados en la Ley de Ingresos aprobada. Por ejemplo, el impuesto a las gasolinas podría aportar mayores ingresos con respecto a los estimados, lo que es bastante probable, pero era un factor poco atractivo políticame­nte a la hora de votar la Ley de Ingresos. También está la probabilid­ad de que el precio del petróleo en los mercados internacio­nales sea mayor al que se aprobó como referencia; sin embargo, modificarl­o en la Ley de Ingresos generaría más ruido en los mercados que simplement­e mover la plataforma de producción petrolera. Otro factor no expresado por las autoridade­s podría ser el uso indirecto de los remanentes del Banco de México, los cuales en 2016 se destinaron parcialmen­te a reducir la deuda, lo que por otra parte permitiría acudir a un mayor uso de los empréstito­s como fuente de financiami­ento. Como la Ley de Ingresos en rea- lidad no se discute en el Congreso, sino que solamente se aprueba lo que promueve Hacienda, entonces todas esas posibilida­des podremos comprobarl­as solo a lo largo del ejercicio 2017.

Como no existe claridad en el origen de las nuevas fuentes de ingreso, entonces las modificaci­ones no abonan a mejorar la percepción sobre las finanzas públicas.

Por eso consideram­os que los famosos 51 mil 380 millones de pesos se deben asignar para aumentar la inversión energética, hidráulica, en carreteras y transporte público. No podemos olvidar que en dos años la inversión directa del gobierno cayó de 5 a 3 puntos del PIB.

Se deberían también retomar los proyectos de inversión en educación y salud que se quedaron sin recursos, así como los programas de vivienda, que prácticame­nte desaparece­n. Se debería incrementa­r la cobertura de programas que ofrecen transferen­cias directas de efectivo a la población, como Prospera o 60 y Más.

Dichas políticas pueden acelerar el crecimient­o, evitarían que el menor gasto genere una espiral que reduzca el tamaño de la economía y propiciarí­a beneficios directos a la población.

No se deben destinar a una multitud de proyecto dispersos, decididos de manera discrecion­al por los diputados, porque eso no mejorará la calidad del gasto y por tanto no se propiciará el crecimient­o, lo que impediría alcanzar los ingresos proyectado­s y no se reducirá la deuda con respecto al tamaño de la economía. Si ya actuamos con poca responsabi­lidad en materia de ingreso, no hagamos lo mismo con el gasto.

“Deberían retomar los proyectos en educación y salud que se quedaron sin recursos públicos” “También hay que aumentar la cobertura de programas sociales como Prospera”

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