Un altar para los Tamayo
“Los recordamos como vecinos distinguidos de San Ángel, y los estamos homenajeando como pareja”, explica a MILENIO Alfredo Marín Gutiérrez, director del recinto artístico
El caballete que muestra la última obra en la que trabajó Rufino Tamayo antes de morir, su silla y hasta los cuencos donde preparaba las mezclas con las que daba vida a su paleta multicolor, son parte de la ofrenda de Día de Muertos que el Museo de El Carmen dedica este año al pintor oaxaqueño y a su esposa Olga.
El restaurador Alfredo Marín Gutiérrez, también director del recinto, explicó a MILENIO: “Con este altar los recordamos como vecinos distinguidos de San Ángel, y los estamos homenajeando como pareja. Les hemos colocado una ofrenda tradicional, muy particular, con todo lo que se pone en los altares, pero agregando algunos elementos que hagan referencia a ellos. Sin caer en que pareciera una exposición, tratamos de darle la identidad a una ofrenda”.
Para montar este altar, el restaurador pensó primero en presentar dos fotos de gran formato de los famosos difuntos, y después en recrear los espacios íntimos de la casa de Olga y Rufino en San Ángel. Lo logró con mobiliario y objetos de la pareja, la cual, desde que decidió casarse, nunca se separó: siempre iban juntos a todos lados. “Gracias al apoyo que recibí de las sobrinas de Olga y Rufino Tamayo, María Eugenia, María Elena y Rosa María, quienes se han portado de maravilla conmigo, se colocó esta particular ofrenda, que está ambientada y recreada en los espacios que ellos más disfrutaron, como su sala, su comedor y su estudio. Dentro de los objetos personales que se exhiben destaca un pequeño y milagroso exvoto del siglo XIX, enmarcado en lámina, perteneciente a la familia”.
La magna ofrenda está conformada, entre otros elementos, por pan de muerto, calaveras de azúcar, veladoras, copal, flor de cempasúchil, agua y papel picado.
En este marco, el museo montó el pequeño estudio donde Olga no solo tocaba el piano, sino que se dedicaba a administrar y promover la carrera artística del creador oaxaqueño, por lo que aparece incluso la máquina de escribir del artista.
“Olga estudió música, se tituló como pianista y pudo haber sido una gran concertista, pero dejó todo en el momento en que se casó con Rufino Tamayo, un poco con la idea de dedicarse de lleno a apoyar a su marido, con quien estuvo hasta el final de sus días. Nunca se separaron y andaban juntos por todo el mundo”.
Los visitantes incluso podrán apreciar una pequeña salita donde destaca una guitarra, ya que a Rufino Tamayo le gustaba mucho la música. “En este espacio también se muestran el comedor y la vajilla con las iniciales de Olga y Rufino; al lado se recrea una salita, donde se exhibe un juego de cartas, que tanto entretenía al artista, además de una botella de tequila, bebida que disfrutaba el pintor oaxaqueño, y una jaula de pájaros, debido a que estos animalitos le llamaban mucho la atención”.
Marín Gutiérrez también explicó que desde hace 10 años, cuando llegó a dirigir el Museo de El Carmen, se propuso poner un altar tradicional, dedicado siempre a alguien que hubiese vivido en San Ángel, algún vecino distinguido que hubiera hecho algo por la comunidad y por la preservación de las tradiciones en el barrio.
El museo se suma a esta tradición tan mexicana con la colocación de un altar con un toque muy característico: se trata de ambientar los espacios preferidos por los difuntos a los que rinde tributo, como ya han sido los casos de la compositora Consuelito Velázquez, los pintores Diego Rivera y Juan O’Gorman, la fotógrafa Mercedes Iturbe, el museógrafo Federico Gamboa, al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez y al cronista Guillermo Tovar.
La ofrenda permanecerá montada solo tres semanas en el Museo de El Carmen, avenida Revolución 4 y 6, en la colonia San Ángel.