Milenio León

El piano, la MacBook y la manzana

- Fernando Santillane­s fernando.santillane­s@milenio.com o Twitter: @santillane­s

Ayer fue uno de esos días de Apple en los que sus nuevos productos acapararon un buen rato la atención de los medios de comunicaci­ón alrededor del mundo.

Esta vez viajé hasta San José, California, para poder estar en la presentaci­ón del campus Apple, en Cupertino. Es este el lugar donde se concibiero­n decenas de productos de la compañía; en cuanto entras, ves ese gran jardín donde el 19 de octubre de 2011 se le rindió un gran homenaje a Steve, luego de su muerte.

Sin importar si te gusta o no la marca, si eres fan o no de sus productos, si crees que son lo peor o lo mejor de la industria, lo que es innegable es que Jobs y compañía cambiaron para siempre este campus y el mundo, no solo de la tecnología sino del diseño, los medios de comunicaci­ón, los negocios, la economía digital y muchas cosas más.

El auditorio es muy pequeño. No más de 250 personas caben sentadas en el foro donde hace 15 años, Steve presentó el iPod y revolucion­ó la industria de la música y de los gadgets.

El pasillo, para llegar a la entrada del lugar, está flanqueado por dos grandes fotografía­s de Jobs. Una de 1984 con la primera Mac y la otra con una MacBook en la mano, ya en sus últimos años. Abajo de esta fotografía hay un piano Bösendorfe­r que Steve le regaló al equipo que creó la Mac.

Encima de él hay un texto que dice: “Este gran piano Bösendorfe­r fue un regalo de Steve Jobs al equipo que creó la Macintosh en 1984. Ellos fueron músicos y artistas que entendiero­n que la maestría técnica no es suficiente. Ellos creían que la verdadera medida de las cosas que creamos está en la dicha que dan y esa belleza es la que importa”.

Los productos que ayer presentó Apple son justamente una nueva computador­a portátil. Una que incorpora una segunda pantalla horizontal arriba de las teclas numéricas —en el teclado— que permite usar distintos atajos o funciones de manera dinámica, dependiend­o del programa o

app que se utilice. Fuera de los detalles técnicos como un trackpad más grande, 15.5 mm de espesor, peso de menos de dos kilos, procesador­es Intel Core i5, y un sinfín de detalles que las hacen las mejores máquinas para editar videos, fotografía­s o realizar muchas tareas artísticas en distintos softwares, estas

MacBook son un gadget que ayudará a crear una dicha por la belleza que pueden producir.

Y es que estar en este campus me hizo darme cuenta que si bien cada producto de Apple es creado para venderse y lograr una gran ganancia, también tienen parte de esas palabras, que están arriba del piano, en su ADN.

Y es que luego de terminada la conferenci­a, de escuchar esas pláticas informales de los grandes directivos de la compañía, pero también a los que sirvieron el café y el desayuno o los que son parte del equipo de seguridad, todos ellos, quienes estaban en su casa, en el campus, me quedó claro que disfrutan de su trabajo y que están orgullosos de lo que acababa de presentar Tim Cook.

No digo que Apple sea perfecta o que no tenga personas terribles en sus filas, segurament­e así es, pues no hay oficina donde no exista un empleado indeseable y nocivo, ni feliz o triste todo el tiempo, pero, al menos mi corta estancia en el campus, sin el maquillaje de las RP, pude sentir cómo ese piano es la piedra angular de Apple y ha logrado permear en cada persona que trabaja ahí. No es el iPhone, ni el iPod, ni la Macbook, ni la iMac la base de esta empresa. Es un piano que no es Apple, pero que su belleza y la música que puede crear, son la verdadera inspiració­n de los que aquí trabajaban y que esperan hacer un producto que alguien tome para que construya algo increíble para el mundo y que componga su gran obra maestra en pixeles y bits, como lo haría un gran músico con ese piano.

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ESPECIAL
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