Verónica Maza Bustamante
Me gusta el paso del tiempo. Este 2016 cumplí 45 años de edad y casi una década y media escribiendo esta columna, que me ha llevado a lugares —en mi interior y en el exterior— que jamás pensé conocer. Para mí cada ciclo de 12 meses es un placer, un gran regalo que llega con nuevos conocimientos, reflexiones actualizadas y ampliadas, con la comprensión de muchas cosas que me acercan al bienestar, me hacen sonreír constantemente y explorar todas las posibilidades del amor, el placer y el deseo.
Tampoco creí, cuando comencé a escribir esta colaboración semanal, que me iba a interesar tanto la sexualidad humana, que me vería en la necesidad de ampliar mi visión de periodista especializándome en el tema, haciendo estudios aquí y allá, interrogando a numerosos expertos de diversas nacionalidades, leyendo como el sediento que jamás sacia su sed una cantidad incontable de libros e investigaciones, de páginas de internet y revistas.
La pasión se manifiesta de diferentes maneras. En mi caso, una de ellas es que me apasiona la pasión; me prende la posibilidad de desentrañar todo eso que rodea al placer, al éxtasis, a la trascendencia a través del acto amoroso y sexual, de la aceptación de uno mismo tal cual es, se vive y se expresa. Casi desde el principio decidí que no sería una columna en donde narrara con pelos y señales mis vivencias ni una suerte de diario cachondo a menos que el tema lo exigiera; más bien quería ofrecer información científica, comprobada por la sexología, sobre esos temas que tanta vergüenza, miedo e incertidumbre generan a los mexicanos (y a la mayoría de habitantes de este planeta). Hacerlo con sentido del humor y sencillez porque así me expreso en mi vida cotidiana y me parecen grandes herramientas para llegar a personas de todas las edades, nacionalidad y estratos sociales.
He querido eliminar prejuicios, mitos, tabúes. Evitar embarazos no deseados, la transmisión de infecciones, enconos y malhumores debidos a la incapacidad para entendernos a nosotros mismos y al Otro, a ese o esa que nos acompaña en el camino a recorrer en este mundo loco que cada vez entiendo menos. Pero no me doy por vencida. Le entro a lo nuevo, pregunto, observo a los más jóvenes, exploro la tecnología. Pienso y siento. Siento y pienso. Uno nunca acaba de aprender, por fortuna.
La sexualidad es un aspecto del ser humano siempre cambiante, que es diferente de persona a persona y muta en cada una de ellas a lo largo de su existencia. Que afecta a todos los seres humanos para mal, para bien o para muy bien. Que mal entendida se convierte en crimen, abriendo su lado oscuro de tal manera que a veces me genera pesadillas, lágrimas que escurren como cascadas, temores profundos y mucho coraje
Han pasado 14 años y aquí sigo. Acabo de recibir el certificado por un nuevo curso de Sexualidad brindado por la Universidad de los Andes, en Colombia. Nunca he dejado de ser alumna aunque ahora sea también maestra. De ser amiga más que terapeuta. De volverme conejillo de Indias e interesarme por la ciencia del sexo. En un par de semanas les presentaré mi nuevo (y segundo) libro. Ahora quisiera comenzar una nueva fase en donde pueda hacer investigaciones con algunas instituciones que deseen saber más sobre este tema. Necesitamos más experimentos a la Masters y Johnson pero con todo lo nuevo en tecnología que tenemos a nuestro alcance
Gracias a todos los lectores que me han acompañado en el viaje. A mis jefes y amigos en Grupo MILENIO, quienes siempre me han dado alas, cancha, aire y espacio. A todos los que han sido protagonistas de esta página. La cosecha de conocimientos sexuales nunca se acaba. Los invito a que sigamos alimentándonos de ella desde esta trinchera llamada ElSexódromo.