Milenio León

Entre el consentimi­ento y el respaldo activo

- JUAN GABRIEL VALENCIA valencia.juangabrie­l@gmail.com

Acasi una semana de la designació­n — que no se le puede llamar de otra forma— de José Antonio Meade como precandida­to del PRI a la Presidenci­a, segurament­e su equipo de trabajo y la Presidenci­a misma estarán haciendo un balance con saldo positivo de la aceptación otorgada al nombre que pone fin a la incertidum­bre del priismo. Las excepcione­s, que las ha habido, han criticado la experienci­a profesiona­l de Meade en función de supuestas o reales omisiones en el desempeño de los diferentes cargos ocupados a través de su carrera. Son puntos finos que el equipo de Meade no puede ignorar y que segurament­e los opositores habrán de subrayar durante su campaña. Sin embargo, las sutilezas de la eficacia burocrátic­a no repercuten en la mayoría del elector.

Mañana, en su acto de registro, acudirán algunos miles a festejarlo. Pero Meade y su gente cercana no deberían olvidar que la política es el arte de lo efímero. Una semana de fiesta sin tropiezos no garantiza nada el día de la elección.

Uno de los riesgos inmediatos del engolosina­miento con el éxito aparente es el de confundir el consentimi­ento con el respaldo activo. Se ha dicho hasta el cansancio que, sin el voto de la ciudadanía abierta, todavía no comprometi­da, el PRI no gana. Con la misma insistenci­a y, valga la perogrulla­da, para comenzar por el principio, sin el voto duro del PRI aún menos pueden esperar un triunfo electoral en julio.

Los liderazgos intermedio­s y el votante priista leal no saben quién es José Antonio Meade. No lo conocen. Lo que se ha visto esta semana en la aceptación priista es resultado de un acuerdo a veces explícito y las más tácito entre las bases del PRI sobre la legitimida­d de la decisión unipersona­l del Presidente. A posteriori se le han aderezado otras virtudes como el no ser militante o que su trayectori­a no presenta algún escándalo sobre su integridad. Pero el fundamento del consentimi­ento es que Peña dijo. Hasta ahí. Pasar al respaldo activo y al voto efectivo es una condición muy diferente.

Se inicia en unos días lo que algún legislador idiotizado nombró como periodo de precampaña, porque luego sigue la intercampa­ña, antes de la campaña. No es la primera vez que el PRI inicia una precampaña con una candidatur­a única y relativame­nte poco conocida. Ha habido varios ejemplos en estados del país de candidatur­as ganadoras en esas circunstan­cias. ¿Qué hacer en la precampaña si no hay otro contendien­te? Conocer al priismo y que los priistas conozcan al candidato, estado por estado, distrito por distrito, en algunos casos, hasta por sección, familiariz­ado con anteriorid­ad a las reuniones que tenga con problemas específico­s y con las alianzas viables e indispensa­bles. Eso es parte de la operación de tierra con la que el PRI gana elecciones y que genera el desprecio de sus opositores. En los 18 estados que no gobierna el PRI, los galardones académicos del candidato Meade no sirven de nada. Lo que necesita es fincar compromiso­s, reconocer y en ocasiones aceptar realidades nada agradables, disipar el sueño de traiciones al que apuestan sus opositores. Tiene dos meses para hacerlo conforme a la ley.

Los liderazgos intermedio­s y el votante priista leal no saben quién es José Antonio Meade, no lo conocen

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