Elección de dos
El PRI tiene el mayor rechazo, pero también una base territorial sólida, mientras Morena es un partido nuevo y su líder nacional, López Obrador, también cuenta con un acervo amplio y comprometido de simpatizantes
Las encuestas de GCE y SDP Noticias indican que la elección presidencial tiende desde el inicio a volverse competencia de dos, López Obrador y José Antonio Meade. La encuesta de Reforma publicada en días pasados con un empate en el segundo lugar entre Ricardo Anaya y Meade no tiene valor, ya que se levantó con anticipación a que se difundiera la definición del candidato presidencial del PRI. Es muy temprano para anticipar el desenlace, pero el repunte del PRI con Meade aleja la hipótesis de que el tricolor quedaría en tercer lugar.
El PRI tiene el mayor rechazo, pero también una base territorial sólida. Morena es un partido nuevo, su líder nacional, López Obrador, también tiene un acervo amplio y comprometido de simpatizantes. Una competencia del PRI contra López Obrador es a todas luces desigual. La diferencia la hace un candidato que no suma los elementos negativos del PRI y que plantea un sentido de modernidad que es contraste con el candidato hasta hoy con ventaja en los sondeos confiables de intención de voto.
Morena ha perdido el ascendiente que sí tiene su líder. Esto es consecuencia de que en los estados y municipios ha incorporado personas que no corresponden a la expectativa de probidad y honestidad que muchos ven en López Obrador. El tiempo hace sentir que el propósito de Morena no es el cambio, sino ganar el poder sin importar los medios, justamente la ética política que ha caracterizado al PRI. Así, la candidata de Morena en el Estado de México, con la venia de AMLO, aceptó la adhesión de indeseables. Pragmatismo con envoltura de causa moral o política. La honestidad no es un objetivo, es un medio para ganar votos.
El contraste entre López Obrador y José Antonio Meade anticipa una elección polarizada. Esto en detrimento del candidato del PAN o del Frente, previsiblemente Ricardo Anaya, de Margarita Zavala y de Jaime Rodríguez como candidatos independientes o de Miguel Ángel Mancera si es postulado por el PRD.
Si se observa lo que ha acontecido en las elecciones presidenciales desde 1988 cuando empieza la competencia política, la inercia de la elección presidencial se resuelve como competencia entre dos a pesar de un tercero más o menos con presencia: Carlos Salinas y Cuauhtémoc Cárdenas, con Clouthier en tercero; Ernesto Zedillo y Diego Fernández de Cevallos, con Cuauhtémoc Cárdenas en tercero; Vicente Fox y Francisco Labastida, con Cuauhtémoc Cárdenas en tercero; Felipe Calderón y López Obrador, con Roberto Madrazo en tercero; Peña Nieto y López Obrador, con Josefina Vázquez Mota en tercero.
La circunstancia que propicia la polarización es más poderosa ahora respecto al pasado. Por una parte, el descontento de la población con el orden de cosas abre condiciones muy favorables para una propuesta de cambio como la de López Obrador; por la otra, un perfil de candidato como José Antonio Meade plantea un cambio con certeza y confiable. La diferencia es que la visión y perspectiva política de AMLO es conservadora y autoritaria; la de Meade es la de un sentido de modernización del gobierno, de la política y de la economía.
Desde ahora se anticipan dos elementos fundamentales de la contienda que pueden hacer la diferencia: la disputa en el territorio y la comunicación. En el primero, la ventaja la tiene el PRI respecto a Morena. La comunicación se refiere a los candidatos y allí, hasta el momento la ventaja la tiene López Obrador. El reto inmediato de José Antonio Meade es no perder el impulso de inicio; no es un tema menor, ya que desde ahora debe acreditar dos fortalezas: su independencia y su propuesta de cambio cierto y seguro. En otras palabras, evitar que AMLO se apropie del cambio y Meade quede asociado con la continuidad de lo que la mayoría ya no quiere.
El Frente se entrampó en los acuerdos. Debieron entender que la lógica de los electores es el candidato y no el entramado de negociaciones y acuerdos partidarios. Se perdió el impulso y eso ha afectado a su probable candidato, Ricardo Anaya.
Algo semejante ocurrió con Magarita Zavala. Su sorpresiva irrupción como candidata independiente perdió momentum por la decisión estratégica de los suyos de mantenerse en el PAN. Se le vio aislada y sin fortaleza para plantear con credibilidad un cambio al orden de cosas.
Los demás candidatos independientes, incluso, Miguel Ángel Mancera como abanderado del PRD, por las dificultades de llegar a una circunstancia competitiva, plantean el riesgo de la declinación en la recta final de la competencia, desvirtuando el sentido de su postura y en el caso de Mancera, abriendo paso a la desaparición del PRD al quedar comprometidas todas las candidaturas colaterales a la presidencial.
La polarización va en detrimento del candidato del PAN o del Frente, tal vez Ricardo Anaya, de Margarita Zavala y de Jaime Rodríguez como independientes o de Miguel Ángel Mancera si es postulado por el PRD