Primavera en Ciudad de México
Estamos presenciando en las últimas horas el derrumbe anticipado del PRD en la capital.
Capitaneados por Héctor Serrano, considerado el hombre fuerte del gobierno de Miguel Ángel Mancera, él mismo entrega la plaza perredista a Morena.
Lo que se ve desde la superficie como desbandada del PRD a Morena es en realidad una abdicación, abandono y naufragio de todas sus candidaturas, empezando por la de su candidata a jefa de Gobierno de 2018, las alcaldías, senado, diputaciones locales y federales.
De la estructura perredista, solo algunos focos resisten, pero cada vez es más claro que el abandono de la nave nodriza al barco de Morena es muestra de la debacle. No es falta de control político de Serrano, sino una decisión de él: así como cambió su lealtad de Marcelo Ebrard a Mancera, ahora va de ese barco que hundió, ofreciendo su obra de derrotas a Morena.
En su retirada, Héctor Serrano aplica la política de tierra arrasada a su paso, amenazando y tratando de eliminar toda resistencia y allanarle el camino a Morena como prueba de lealtad. Su objetivo ahora es la destrucción de lo que ha controlado, como condición para su transfiguración de PRD a Morena, los cuales lo reciben con beneplácito y será el nuevo purificado.
En la transfusión de PRD a Morena vía la defección de Serrano, todos coinciden en la derechización de sus agendas y programas, mismas que buscan detener todas las candidaturas Lgbttti como servicio a la derecha y todo aquello que signifique un nuevo movimiento democrático, como lo hizo 1988 y 1997, que hizo posible el primer gobierno electo en Ciudad de México y el cual, tanto PRD como Morena olvidan.
Para el PAN y Movimiento Ciudadano, la alianza con el PRD resulta un desastre, pues nunca imaginaron que el operador de la alianza la reventaría desde adentro, en lo que sería la madre de las batallas. El llamado Frente en la capital se desmorona política y electoralmente al entregarse el PRD, vía Serrano, al lopezobradorismo.
Lo profundamente grave es que esa transformación del PRD a Morena no significa cambio alguno para la ciudad, sino el triunfo de la derecha, el conservadurismo, el resentimiento y las venganzas. La decadencia del PRD busca sobrevivir en Morena y pasan de la violencia intrafamiliar de los sillazos e insultos, a la del intercambio suave y aterciopelado de posiciones, para que todo siga igual, pues ahora todos los náufragos serán reivindicados.
Por su naturaleza, PRD y Morena son lo que parecen: sectarismo, demagogia, corrupción y prácticas de gobierno que los han alejado de la ciudadanía y los intereses sociales. Ambos representan, por ejemplo en la actualidad, los errores de la reconstrucción tras el sismo de 2017 y la incertidumbre en la actuación ante las demandas de los damnificados.
Por eso, la primavera de 2018 tiene dos posibilidades: una competencia simulada; y la otra, la posibilidad de una alternativa de reconstrucción del proyecto democrático que originó 1997. Esos principios buscan aplicarse a la ciudad de hoy, reconstruyendo la memoria y el futuro.
El final desparpajado del actual gobierno y los altos grados de incertidumbre política que dominan, son los entretelones para el desarrollo del oportunismo y la avanzada de la entrega de la plaza por los adelantados.