México 2030 en la imaginación de los distintos
En un ejercicio que parecería un experimento antropológico de alto riesgo, nos reunieron a más de 70 personas dedicadas a la incidencia pública, divididas en dos grupos que cumplíamos casi rigurosamente con un requisito: pluralidad ideológica. Había también variedad en edades, orígenes, género, religiones, oficios y profesiones. Pero claramente la selección apelaba a poner a dialogar a personas con posturas claramente diferenciadas sobre cómo sería México en 2030.
La imaginación de los escenarios de futuro plasmada en ideas, si no del todo compartidas, por lo menos voluntariamente consensuadas, nos obligó a escucharnos a pesar de los muchos y profundos prejuicios que traíamos arraigados. Nos sacudimos la resistencia a tomar por válida la palabra de quien opina opuestamente a nosotros, nos obligamos a atender con mayor interés a quienes nunca consideraríamos un posible aliado. Suena sencillo, pero requiere de un equipo de expertos en manejo de grupos, contención de egos y, sobre todo, identificación de potenciales coincidencias.
Los escenarios que conseguimos visualizar como realmente viables pueden quizá resultar básicos para los expertos en prospectiva socioeconómica y política. No es eso lo que importa en esta etapa, el valor intrínseco del ejercicio está colocado en el diálogo mismo, en la constante ruptura de barreras, en la paulatina apertura para incluir lo que la otredad representa, en la empatía imperceptible que las coincidencias cotidianas generan. Hacer una caminata con un “enemigo político”, compartir el almuerzo con una competidora electoral, sostener una reflexión personal frente a un grupo en el que la mayoría de mujeres y hombres percibe tus intervenciones como radicales, y lograr tarde o temprano, bajar la guardia, aunque sea temporalmente. Nadie podrá negar que fue alentador y aleccionador. MéxicosPosibles no es un espacio espontáneo, detrás de este laboratorio humano, hubo personas clave que nunca perdieron la confianza en que dialogar, a pesar de las enemistades y frustraciones, era posible y era productivo. Las diferencias se hicieron explícitas y sobre ellas pudieron surgir algunos puntos para compartir lo que le espera a un país en el que la conversación entre los diferentes es una práctica inusual. No definimos los cómos, ni enlistamos los riesgos para llegar o evadir alguno de los cuatro escenarios. Los pusimos sobre la mesa para generar nuevas discusiones, para provocar que las imaginaciones de otros más tejan en el camino.
Por lo pronto la experiencia nos enseñó que podemos estar bajo el mismo techo y compartir la misma mesa, no solo con quienes identificábamos ya como compañeros de causa, sino incluso con quienes sabemos que no comparten ni compartirán nuestros fines, nuestros principios ni nuestros métodos. En países como Colombia, Sudáfrica o Guatemala, esto fue el inicio de una transformación sin precedentes. Que así sea para México. (www.mexicosposibles.org/participa)