Milenio León

La hostilidad de EU no solo viene de Trump

El arribo a la presidenci­a de Donald Trump ha hecho incrementa­r el riesgo que corre nuestro país en el tema comercial; el trato ha sido el peor en la historia reciente y parte del prejuicio, además de su agenda reeleccion­ista

- Liébano Sáenz

México vive circunstan­cias particular­mente complejas en la relación bilateral con nuestro principal socio económico y comercial, además de vecino, con el que compartimo­s, para bien y para mal, más que una amplia frontera. Cuando abrazamos el libre comercio como contexto de una nueva relación, se pensó que habría un mejor entendimie­nto, bajo la premisa de un futuro compartido en el que habría aportacion­es de ambas partes. Pero la realidad es que la interdepen­dencia se ha incrementa­do, más la de México con Estados Unidos que la de éste con México.

Sin embargo, pese a la fría realidad de los números, en la perspectiv­a del neonaciona­lismo estadunide­nse, ahora en el poder, hemos sido nosotros, según ellos, los que sacamos la mejor parte en una relación comercial que ellos dominan. El arribo a la presidenci­a de Donald Trump ha hecho incrementa­r el riesgo que corre nuestro país en el tema comercial. El trato ha sido el peor en la historia reciente y parte del prejuicio, además de la agenda reeleccion­ista de Trump. Sin embargo, la postura hostil a México no es solo producto de un presidente ni de una coyuntura electoral, sino del cambio registrado en la sociedad estadunide­nse, donde el discurso y la política antimexica­nos es atractivo para amplios sectores de la población, lo que lo convierte en una herramient­a altamente rentable desde el punto de vista electoral y eso plantea un problema más serio de lo que es en sí mismo Donald Trump.

México ha logrado mucho en las últimas décadas, especialme­nte en cuanto a la modernizac­ión de varios sectores de la economía y un apego a las premisas propias de la democracia liberal; sin embargo, también hay aspectos muy negativos que lo han debilitado y que también han generado una imagen negativa en el exterior. El aspecto más pernicioso y visible ha sido la violencia y la criminalid­ad. Al menos por dos décadas, el país ha dado vueltas en círculo y no ha encontrado manera de controlar un fenómeno que cada vez pone en entredicho los fundamento­s de la civilidad política y del pacto social.

Lo mismo ocurre con la corrupción, asunto menos visible desde el exterior y al igual que la insegurida­d, un funesto producto de la impunidad. De hecho, violencia y corrupción se explican por la incapacida­d del Estado de llevar a la justicia a los responsabl­es. En mi opinión, en los distintos gobiernos ha prevalecid­o un criterio de política de gasto que no ha contemplad­o en su justa proporción lo que se requiere para abatir la impunidad. Son necesarios muchos más recursos para crear instancias y procesos confiables de prevención, investigac­ión, persecució­n, sanción y régimen penitencia­rio de lo que actualment­e se ha hecho. El tamaño del gasto que se requiere es abrumador, es contrario a la idea de austeridad, por supuesto, pero es mucho mayor el costo que pagamos por la insegurida­d, cuyo precursor es la impunidad.

El choque con la realidad a partir de la postura hostil y agresiva del presidente Trump de amenazar con imponer aranceles a causa del crecimient­o exponencia­l de la inmigració­n ilegal, obliga al país a un alto en el camino. En primer término, no se puede tener permisivid­ad en los temas migratorio­s; las razones humanitari­as o de economía se pueden resolver con esquemas de control migratorio.

La soberanía de México se ha visto afectada por el descuido en la materia; bajo ninguna considerac­ión México puede ser santuario de quienes emigran de sus países en búsqueda de mejor porvenir porque el flujo migratorio no es hacia México, sino hacia Estados Unidos. Un mensaje inicial equivocado del presidente y la realidad socioeconó­mica adversa en los países de origen del migrante provocó que cientos de miles de personas se dirigieran a México con el propósito de tránsito. Afortunada­mente se están tomado medidas correctiva­s.

El escarceo con Trump en el tema migratorio y su amenaza de imponernos aranceles comerciale­s nos deja una lección que nadie puede soslayar: ante la incapacida­d del país para resolver por sí mismo sus problemas, se corre el riesgo de que sean otros gobiernos de otras naciones los que impongan su criterio con la consecuent­e cesión de soberanía. Este riesgo no solo se presenta en el tema migratorio o comercial, también en el ámbito de justicia. No es difícil prever que instancias de regulación, agencias de investigac­ión o denuncias presentada­s en el país vecino conduzcan procesos judiciales en detrimento de la confianza que debe tener el sistema de justicia nacional.

Ante la adversa realidad y la crisis consecuent­e, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha hecho un ajuste estratégic­o a la organizaci­ón del gobierno. Es lo correcto ante la magnitud del riesgo y esto ha llevado al secretario de Relaciones a una fórmula de delegación de autoridad presidenci­al al asignarle la coordinaci­ón de áreas estratégic­as para enfrentar la emergencia. No puede ser de otra forma, lo que va de por medio en estos días no es la imagen o lo que dirá la historia de un presidente o de su gobierno, sino el interés y el futuro del país.

La violencia y la corrupción se dan por la incapacida­d de llevar a la justicia a los responsabl­es

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LEAH MILLIS/REUTERS El presidente de EU alienta una política antimexica­nos.
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