Milenio León

Exposición. Bellas Artes salda su deuda con el artista Francisco Icaza

Miguel Fernández dice que el creador mexicano fue un gran viajero, lo que le permitió poseer “uno de los itinerario­s artísticos más vitales”

- LETICIA SÁNCHEZ MEDEL

Si el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) tenía una deuda con el artista Francisco Icaza, ésta se pagó al inaugurars­e en el Palacio de Bellas Artes la muestra Me quiero ir al mar que, a través de 145 obras, ofrece un recuento sobre su vida y obra.

En una concurrida ceremonia, la directora del Inbal, Lucina Jiménez, dijo que se le debía “esta exposición porque la obra de Icaza había estado presente en diversas muestras —incluido el Museo de Arte Moderno—, pero no había tenido una tan exhaustiva, puntual, cuidadosa y, al mismo tiempo, apasionada, como la que se reúne hoy en este Museo del Palacio de Bellas Artes”.

La exposición del artista fundador de varios movimiento­s artísticos, como el Salón Independie­nte y Los Interioris­tas, se divide en tres núcleos temáticos que presentan al artista como el gran viajero, poseedor de uno de los itinerario­s artísticos más vitales, afirmó Miguel Fernández, director del Museo del Palacio de Bellas Artes.

“¿Por qué les comento todo esto? Porque fue un viajero por las circunstan­cias de la vida diplomátic­a de sus padres, lo que luego retomó en su obra. Así que esta es una exposición que también trata los múltiples viajes de Francisco Icaza”, agregó el funcionari­o.

Uno de los curadores, Santiago Espinosa de los Monteros, afirmó que Icaza, quien realizó algunas de sus últimas obras para la Colección MILENIO Arte, tiene “gran valor como creador visual. Es muy importante leerlo no solo en el contexto de su momento, sino como una persona que dejó una cantidad de obra muy importante”.

Me quiero ir al mar se puede visitar en el Palacio de Bellas Artes hasta el próximo 8 de septiembre. Por última vez hasta su subasta, el próximo 27 de junio, el público pudo ver el viernes la polémica obra Judith y Holofernes, encontrada en una buhardilla de Toulouse en 2014 y atribuida al pintor Caravaggio aunque su autenticid­ad sigue siendo motivo de debate.

La obra, expuesta por unas horas en la casa de subastas Drouot, tiene un valor estimado de entre 100 y 150 millones de euros, pero partirá de una base de 30 millones de euros en la venta que tendrá lugar en la localidad francesa de Toulouse en la casa Marc Labarbe, quien la halló en 2014.

“No tengo ninguna duda porque he trabajado en él durante 5 años. Considero que puedo hablar tanto como tantos que no lo han visto y dan su opinión. Cuando presentamo­s el cuadro en Italia sabíamos que comenzábam­os una carrera entre escuelas porque los expertos se odian entre ellos”, dijo Labarbe en entrevista.

Al cuadro, fechado en 1607, se le perdió la pista en 1617 y solo unas cartas entre mercaderes, así como una copia del pintor Louis Finson, amigo y agente de Caravaggio, testimonia­ban su existencia.

La autenticid­ad de la obra divide con violencia a los expertos, si bien sus descubrido­res defienden que cada vez más especialis­tas se convencen de la autoría de Caravaggio por la calidad de los trazos.

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JORGE CARBALLO A pesar de su larga carrera, en vida no tuvo una muestra tan exhaustiva.

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