Milenio León

Ana María Olabuenaga

“Pertenezco a una de las últimas generacion­es que celebraban el destape”

- ANA MARÍA OLABUENAGA @olabuenaga

Empecemos con la descripció­n puntual y detallada de unos genitales masculinos. Si algún tipo de sorpresa le causó esta primera frase, no se sonroje, el papa Pablo III los mandó cubrir. La historia es ampliament­e conocida. La Capilla Sixtina y los frescos del Juicio Final, en donde el fresco de Miguel Ángel mostró a los santos desnudos. “Hay que vestirlos”, habría dicho el Papa, a lo que el pintor respondió: “Santidad, los santos no tienen sastre”. Claro que la fantástica respuesta se quedó en eso, una memorable oración profana. Los santos fueron vestidos y la obra censurada.

Curioso origen de la palabra censura. Se trata del vocablo que refiere a la actividad del censor. En la antigua Roma, censor era el encargado de realizar el censo. El que contaba a todos, pero también, el que borraba, es decir, el que privaba de ciudadanía. Más allá de la prisión o de la pena de muerte, el que quitaba el estatus de persona a la persona por alguna ofensa cometida. Muerte civil le llamaron luego a la pena. Algo así como lo que hoy hacemos en las redes si una persona dice algo que no nos gusta. A punta de posteos le quitamos el estatus de persona. ¿Censura en las redes?

Cuento esto porque pertenezco a una de las últimas generacion­es que celebraban el destape. El destape de todo. De palabras, de ideas, de clasificac­ión en el cine, de besos en público, de cervezas después de las dos de la mañana. Celebrar la libertad de decir cualquier palabra, la buena y la mala. Los que aprendimos que aquello de “detesto lo que escribes pero daría mi vida para que pudieras seguir escribiénd­olo” no solo era de Voltaire, sino algo propio. Por eso me sorprende ver cómo hoy se festeja cuando se prohíbe que alguien diga algo. Se celebra el eufemismo, lo políticame­nte correcto y el silencio. Lo logramos, dicen, nunca más. ¿No es eso censura?

Si no desafiamos lo que existe, si suscribimo­s lo que a todo mundo tiene conforme, no hay avance, no hay progreso.

La reflexión viene a cuento por la decisión de la semana pasada del New York Times de cancelar todo tipo de caricatura política. La censura surge por las reacciones a un cartón altamente polémico. Ni siquiera lo voy a describir porque mi punto no está ahí. Sin duda el dibujo es impertinen­te y se vale criticarlo y responderl­o, pero ¿silenciar todo el oficio por ello?

Siglos de lucha por defender la libertad de expresión, por lograr que nunca se volviera a meter en una caja de plomo a un humorista, sellarla y echarla al mar como hicieron en el siglo III a. C. con Sótades de Maronea por publicar unos versos humorístic­os sobre Ptolomeo II. Por evitar que mandatario­s como Stalin mandaran a realizar trabajos forzados a un gulag a todo aquel que cuestionar­a. De proteger la libertad de expresión y evitar leyes de censura desde el poder, comolas de la Alemania de 1934 que prohibían los chistes contra el partido, o que se cerrara alguna publicació­n que satirizaba al mandatario como acostumbra­ba Napoleón. Y hoy que supuestame­nte habíamos ganado, ya no depende del poder, sino de la mayoría.

Haga la prueba. Opine en sus redes sobre… digamos… la porra que el Presidente le organizó a la jefa de Gobierno después de encontrar muerto a Norberto Ronquillo.

Le dejo un abrazo por si no lo veo el próximo lunes.

Me sorprende ver cómo hoy se festeja cuando se prohíbe que alguna persona diga algo

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