Milenio León

Jordi Soler

“Quizá somos el águila que huye envenenada por la serpiente”

- JORDI SOLER

Los ciudadanos de un país cuya bandera tiene un cedro, como Líbano, o una hoja de arce, como Canadá, o un círculo celeste con veintisiet­e estrellas, como Brasil, no pueden tener la misma perspectiv­a del mundo que aquellos ciudadanos de un país cuya bandera tiene un águila parada en un nopal devorando una serpiente.

Sería aventurado decir que esa imagen brutal, omnipresen­te en la vida cotidiana de todo mexicano, ha perfilado el alma nacional, porque quizá el proceso fue el contrario: el alma nacional mexicana requería de un símbolo que estuviera ala altura des uspuls iones, de sus talentos y de sus contradicc­iones.

Lo que es cierto es que un niño que crece mirando cada día al águila devorando una serpiente, llegará a mayor con una visión de la vida distinta de la que puede tener un chileno, que crece viendo la estrella de su bandera, o un sueco, que lo hace mirando una cruz amarilla sobre un fondo azul.

Pero el águila y la serpiente no solo están en la bandera, sino que se prodiganpo­r toda la papelería oficial, forman parte de todas las institucio­nes de gobierno y además estelariza­n los documentos de identidad: cada vez que un mexicano saca su credencial para votar, su licencia para conducir o su pasaporte, se enfrenta con esa imagen salvaje que nos representa yen algo nos define.

La historia del Escudo Nacional es bien conocida, cuando los mexicas llegaron al lago de Texcoco vieron a un águila parada en un nopal devorando una serpiente y decidieron que aquella imagen era un símbolo suficiente­mente poderoso para fundar ahí Tenochtitl­an. La escena quedó registrada en diversos códices, aunque en alguno el águila se está comiendo un pájaro, en otro un pescado yen otro el águila no está comiendo nada.

Esta historia, evidenteme­nte, no es verdad, se trata de un mito fundaciona­l, no solo de una ciudad, sino de un pueblo y, segurament­e, de una manera de ser y de estar en el mundo. Que el águila devorando a la serpiente sea un mito es mucho más grave que si se tratarade un hecho histórico, porque en el mito interviene la voluntad del pueblo, lo que un pueblo quiere ser, la forma en que quiere proyectars­e, como colectivid­ad,hacia el futuro. Dentro de cinco mil años, cuando nuestro Escudo Nacional lleve 4 mil 950 años prohibido por la ONU, los mitólogos del futuro sacarán conclusion­es espeluznan­tes de la forma en que ese símbolo, que fue nuestro faro durante, digamos, 250 años, conformó el país que hoy tenemos, de la misma forma en que Apolo, Dionisio y Atenea han hecho de Grecia loquees.

El águila de nuestro mito fundaciona­l, que es un ave que representa el

poder en todas las mitologías, aparece derrotando al mal que es la serpiente; de acuerdo con esta imagen en México el mal, la oscuridad, tendría que estar controlado por la fuerza del águila pero, desgraciad­amente, no es así, basta ver el número de asesinados que llevamos en los últimos años, y la factura violenta, incluso diabólica, que tienen esos crímenes, para pensar que ese duelo ar que típico lo va ganando la serpiente,a pesar del o que dice nuestro Escudo Nacional.

O quizá es que el Escudo Nacional necesita una relectura, pues no hay país en el planeta que, sin estar en guerra, tenga tantos asesinatos como el nuestro. Para esa relectura propongo la homeromanc­ia, que era un método oracular que utilizaban los antiguos griegos para encontrar respuestas en los versos de la “Ilíada”, el poema épico de Homero. En una de las tantas batallas que nos cuenta este poema, vemos que los troyanos están a punto de atacar a los aqueos cuando cruza el cielo un águila, que lleva una serpiente todavía viva entre las garras, precisamen­te como la de nuestro Escudo, que sigue viva, a juzgar por el gesto que tiene, por la forma amenazante en que mira al águila que no vuela, como la de Homero, porque está parada en un nopal. Los troyanos están mirando pasmados esa significat­iva imagen cuando, de pronto, la serpiente se revuelve con violencia y muerde al águila en pleno vuelo, lo que ocasiona que el águila suelte a la serpiente y se aleje volando y soltando unos gritos espeluznan­tes. En este episodio los troyanos ven, con la ayuda de una divino, un augurio nefasto.

Quizá la historia que nos cuenta nuestro Escudo Nacional, que nos contamos a nosotros mismos desde la Independen­cia, es una historia incompleta; la narrativa se quedó detenida en un solo cuadro; quizá el dominio del águila, animal noble y majestuoso, sobre la serpiente, bicho rastrero y heraldo del mal, solo duró el instante que está representa doy quizá, unos segundosde­spués, el águila fue derrotada por la serpiente, lo cual nos situaría, en términosbí­blicos, es decir, mitológico­s, en la eterna caída; quizá no somos el águila triunfante sino el águila que huye envenenada­por los colmillos de la serpiente, que en nuestro escudo, por cierto, es de cascabel.

Esta lectura homerománt­ica de nuestro Escudo nacional no es más aventura da que la respuesta que pueda dar un analista político a esas preguntas que nos atormentan :¿ Qué pasa en México?,¿ de dónde viene tanta violencia ?, ¿por qué se asesina con esa saña que el resto del planeta mira con estupor? Quizá porque nuestro gran símbolo nacional tiene ese desenlace que nadie nos ha contado nunca: al final el águila fue vencida por la serpiente.

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