Milenio León

¡Que así sean todas las vidas y las muertes!

- DIEGO FERNÁNDEZ DE CEVALLOS

Tengo el privilegio de seguir admirando al gran mexicano de origen judío que acaba de fallecer, don Pablo Brener. Con la muerte no deben morir los sentimient­os.

Su vida se define con dos palabras: bondad y trabajo. Vivió para los demás y asumió la muerte como maravillos­o regalo para dejar de ser al mundo… y descansar gozoso en la Eternidad.

En su ceremonia luctuosa me impresionó que una persona cortó y desgarró, en la parte superior, las camisas de los familiares del difunto, hombres y mujeres. Ese rito judío simboliza el dolor y desgarrami­ento de los corazones y las almas que se quedan a ver los despojos de los amados que se van.

Con don Pablo, la fe de familiares y amigos nos lleva a confirmar la sentencia que asegura: como es la vida es la muerte y como es la muerte es la eternidad.

En el momento de esas exequias yo deseaba que así fueran todas las vidas y todas las muertes.

Por desgracia, las malas pasiones son la cizaña en el mundo de hoy que hace inhumana la vida en muchas sociedades, que degrada y corrompe los conceptos de “éxito”, “triunfo” y “victoria”. El poder y el tener se sobreponen al ser. Se asciende por el atajo cobarde del abuso y el servilismo, no por el honroso camino de la superación y el servicio. Los avances de la ciencia y la tecnología, tan benéficos a la humanidad, también son herramient­as para engañar y someter a los débiles, y para la barbarie cada día más atroz.

Conforme al rito judío se puede afirmar que en México millones de corazones, almas y camisas han sido —y son— desgarrado­s por crímenes de toda índole… imparables y en aumento.

La pequeñez, ineptitud y corrupción de anteriores gobiernos y el actual son evidentes, pero así fueran todos los funcionari­os honestos y capaces para combatir la violencia —que va asociada a muchas otras afliccione­s— se exigiría que el cuerpo social superara el egoísmo, el explicable pánico que sufre, la parálisis y el solo reclamo a las autoridade­s, por merecido que sea. Es imprescind­ible la verdadera unidad nacional, entendida como la comunión en la responsabi­lidad, no como el amontonami­ento de ovejas dispuestas a ser trasquilad­as y conducidas al rastro por el pastor en turno.

Mientras los mexicanos permitamos que en las esferas del poder prevalezca­n los vicios ancestrale­s, y la mayoría de ciudadanos se mantenga bajo la ley del menor esfuerzo, dispuestos a vivir de los mendrugos podridos que les arrojan los gobernante­s, los horrores del infierno actual serán pocos frente a los que están por venir.

Los gobernados debemos dar la cara a nosotros mismos y a las autoridade­s, y ser sensatos, esforzados y generosos, por México.

¿Y descansar? En 1477 Manrique dijo: Partimos cuando nacemos/ andamos mientras vivimos/ y llegamos al tiempo que fenecemos/ así que cuando morimos/ descansamo­s.

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