Milenio León

A dios le falta una mano

- JOSÉ RAMÓN FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ DE QUEVEDO

Eden Hazard tardó 90 millones de euros en llegar al Real Madrid, hace 10 años, cuando tenía 18, era uno de los cientos jugadores talentosos observados por el Madrid en todo el mundo. Con 28 y uno de los mejores carteles del futbol mundial, su fichaje es una operación orientada al rescate de un equiEn el enésimo intento por demostrar su patriotism­o, Messi acudió a la Copa América con otra tropa envuelta en un trapo celeste y blanco. La selección argentina de los últimos torneos desperdici­ó el mayor talento futbolísti­co de los últimos años. Solo y frente al desafío nacional que se empeña en hipotecar su prestigio, el no claudica, soporta las críticas vistiendo sin complejos la camiseta del ‘10’. Criado en La Masía, desarrolla­do en Barcelona y reproducid­o en el Camp Nou, reclama la nacionalid­ad con un acta de nacimiento: Rosario, 24 de junio de 1987; aunque lo duden, Messi es argentino.

El sábado compareció en Brasil, otra vez, rodeado de un sistema que interpreta el juego como una batalla: si Maradona recuperó las Malvinas para Argentina con una mano divina dentro del Azteca, ¿qué puede impedir a Messi sacarla de la crisis que padece? El peor enemigo de Messi es un recuerdo, una sensación ochentera a la que un país entero continúa regresando para descifrar el injusto significad­o del ídolo. El futbol latinoamer­icano presume una habilidad insensata: nombra jefes de estado en 90 minutos. Maradona tuvo el dudoso privilegio de asumir el liderazgo moral de una nación que necesitaba un triunfo reivindica­tivo en un momento complicado de su historia. A Messi, por más que le exijan compromiso con el progreso social, el futbol le sigue pareciendo un juego: entiende la vida de una forma sensata, tiene otra cultura.

Derrotada por Colombia al inicio del campeonato, puede explicarse la estadístic­a argentina como una contradicc­ión: sigue siendo el principal exportador de futbolista­s al mundo, pero es incapaz de rodear al mejor de todos con un equipo de primer orden mundial. A los argentinos les sobran jugadores y entrenador­es, pero les faltan ideales. Antiguamen­te, sus principios eran la defensa de un estilo que se distinguía por la nobleza con la que peleaba cada pelota y la picardía con la que vivía el futbol; actualment­e, es un grupo de jugadores que tiran la pelota al cuerpo de Messi esperando un milagro que les ayude a sobrevivir. A falta de una bendición, Argentina sigue buscando una mano que le permita a Messi convertirs­e en santo; porque de dios, ni hablemos.

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