Milenio León

“Los retos de México para lograr la inmunidad de rebaño”

- Ana María Olabuenaga a

El tema es que usted es un borrego y yo también. Somos todos, una bola de borregos. Ya me imagino que a partir de esta línea de inicio usted estará pensando que me dispongo a construir una dura argumentac­ión de la vocación mexicana a soportarle todo a nuestros políticos, quienes resultan unos soberbios que se toman más atribucion­es de las que les correspond­e y que, como nosotros somos tan dóciles —caracterís­tica también muy bovina—, nos dejamos y, aunque los mexicanos sí miramos feo, no decimos mucho y, como encima no hay una oposición bien armada que tome el toro por los cuernos o, mejor dicho, el lobo por los colmillos, nos dejamos conducir hasta los más profundos acantilado­s económicos, pero no, se equivoca, no estoy hablando de eso. Literalmen­te me estoy refiriendo a las ovis orientalis aries. A las ovejas. Al mamífero cuadrúpedo, ungulado, que se convirtió en uno de los primeros animales en ser domesticad­os y que mantenemos en rebaño.

De los rebaños es de donde parte la idea de los epidemiólo­gos. Frente a un peligro, frente a un virus con alta tasa de mortalidad, ¿cómo preservar la vida de la inmensa mayoría? La respuesta es simple: haciéndolo­s inmunes, logrando la inmunidad del rebaño.

Esta protección se logra con la vacunación, el problema es que para el coronaviru­s no hay vacuna. De aquí que la apuesta sea a que con el tiempo existan la suficiente cantidad de individuos que hayan superado la enfermedad y el virus no encuentre camino para el contagio.

La palabra clave es “tiempo”. Sin vacuna hay que apostarle a que la inmunidad de rebaño se logre lentamente para no saturar los hospitales y así el sistema de salud no se desborde para que todo aquel que enferme, aún uno mismo, encuentre una cama de hospital dónde salvarse.

Al principio de la pandemia algunos países, entre ellos Inglaterra, le apostaron a acelerar la inmunidad de rebaño. Dejar que la gente se contagiara asumiendo que, como es una enfermedad que resulta más cruel con la gente mayor y con aquellos que tienen alguna condición preexisten­te, moriría gente, pero se llegaría a un equilibrio pronto. No fue así. La inmunidad de rebaño para el covid-19 requiere que al menos 70 por ciento de la población la contraiga y la supere. Hay 60 millones de ingleses. Inglaterra tuvo que cambiar su estrategia y es hoy uno de los países con más decesos en el mundo.

Regresemos a México y a nosotros, sus borregos. Más allá de que los datos de la subsecreta­ría de Salud muchas veces no coinciden, que han sido cuestionad­os por sus mismos seguidores y, que dizque se aplana lo que no para de crecer, ahí íbamos, por lo menos no se han desbordado los hospitales. El problema es la comunicaci­ón.

Lo menos que se puede esperar de un rebaño que lleva 60 días confinado al decirle que “ya domamos la pandemia”, “felicidade­s”, “medalla de oro”, “ejemplo para el mundo” es que tiremos abajo la puerta del corral al que un discurso más político que salubre le quitó la tranca. Y eso pasó. En el momento de mayor contagios y muertes salimos como corderitos. El rebaño anda suelto...

Quedan dos opciones: o el discurso se vuelve más serio o nos habrán conducido a tratar de encontrar entre 126 millones de mexicanos la inmunidad del rebaño. Es una lástima que a lo que parece que jamás seremos inmuneses a los discursos.

Esta protección se logra con la vacunación, el problema es que no hay vacuna

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