Milenio León

Para documentar el pesimismo

- CARLOS MARÍN

Nada de lo sucedido la última semana explica el optimismo de tan lamentable “estrategia”.

Con 30 mil 472 contagios detectados hasta el viernes en laboratori­os y hospitales privados, los afectados por covid-19 son ya casi 90 mil, de los cuales morirán más de 9 mil (y contando), porque la letalidad en México es 11.7 por ciento (frente a menos de 7 que promedia el mundo).

Por eso es incomprens­ible que el Presidente insista, como antenoche, en dar por “aplanada” la curva de la pandemia que su vocero vaticinó para hace tres semanas, y que en las vísperas fuera reiterativ­o en interpreta­r como “apoyo del pueblo” a su estrategia cuando amplios sectores de la sociedad toman precaucion­es por natural instinto de sobreviven­cia.

“En medio de lo adverso se ha estado actuando bien. Ha sido muy eficaz el tratamient­o que se le ha dado a esta pandemia; los medios, las formas, las medidas que se han tomado para domar esta pandemia; las recomendac­iones que han hecho los médicos, los especialis­tas, los científico­s, han resultado buenas en términos generales”, expresó, convencido de que “ya vamos a empezar a descender”.

Ve una “campaña de gente insensata. No es como lo dice esta prensa alarmista, amarillist­a; México ha sabido enfrentar la pandemia y estamos mejor que otros países…”.

Lo cierto es que, no desde el gobierno ni sus “estrategas” de las cuentas raras y vaticinios errados, sino desde el servicio público es el ameritado personal médico, asistencia­l, administra­tivo y de intendenci­a quien ha hecho lo que debe hacer: médicas, médicos, enfermeras, enfermeros, camilleros, trabajador­as sociales y personal de limpieza, con frecuencia mal pagado, peor equipado y sin respeto a sus derechos laborales, cumplen con encomiable responsabi­lidad.

(Porcierto:soninconta­bleslosrep­rochesal“desastre” que la 4T heredó de anteriores administra­ciones conmásde30­0hospitale­sinconclus­osquehoysi­guen sin completars­e y equiparse, pero existen más de 40 mil de distintos niveles, muchos levantados en el neoliberal­ismo, donde se atiende todo tipo de males).

Las directrice­s oficiales no han pasado de ser meros puntos de referencia para que cada quien haga lo que mejor se le ocurra.

Ejemplo cotidiano del desorden es que el gobierno de Ciudad de México impuso límites de concurrenc­ias, distancias y uso ineludible de cubrebocas que se incumplen en Palacio Nacional. Puede alegarse que la doctora Sheinbaum no tiene jurisdicci­ón en ese recinto, pero la decencia elemental, la camaraderí­a partidista y sobre todo la salud pública, debieran tomarse en cuenta.

Los integrante­s del círculo presidenci­al y los invitados ocasionale­s están obligados a cumplir ciertas directrice­s, pero la secretaria federal del Trabajo, Luisa María Alcalde, sin protección sanitaria alguna, va de compras y desoye al policía de supermerca­do que le recuerda que no debe exponer la salud de los demás.

Ilustrativ­o, el problema es mayúsculo por ser ella quien, sin empacho, exhibe y amenaza con clausuras a empresas y establecim­ientos rebeldes ante una “estrategia” nada clara ni aplanadora…

Nada de lo sucedido la última semana explica el optimismo de tan lamentable “estrategia”

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