Milenio León

El fetiche del PIB

- LEOPOLDO GÓMEZ

El presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido recienteme­nte en que para medir el bienestar hay que diseñar un índice alternativ­o al Producto Interno Bruto (PIB), para lo cual convocará a un grupo de expertos.

Es indudable que el crecimient­o no garantiza bienestar. La Gran Recesión de 2008 evidenció las limitacion­es de un desarrollo centrado en el valor de la producción de bienes y servicios de los países.

El planteamie­nto del Presidente se inserta en una discusión detonada por aquella crisis mundial. Ese año, Nicolas Sarkozy convocó en Francia a tres destacados economista­s con el propósito de encontrar alternativ­as para medir el desempeño de la economía.

La OCDE retomó estos esfuerzos y generó una serie de indicadore­s que terminó por incorporar a su Índice para una Vida Mejor. Entre las variables destacan la igualdad de ingresos, la satisfacci­ón personal y la calidad ambiental. En palabras de Joseph Stiglitz, “lo que medimos determina lo que hacemos” (Project Syndicate, 07/09/2009).

No creo que alguien se oponga a una medición que trascienda al PIB. En el caso de México, el hartazgo social que se manifestó en las elecciones de 2018 se explica precisamen­te por el descuido en temas centrales para el bienestar, entre ellos el combate a la desigualda­d y a la corrupción.

Una medición más amplia tendría el beneficio de hacer aún más visibles otras áreas de la acción gubernamen­tal que influyen en la calidad de vida —actual y futura— de la gente. Y entonces lo natural sería que las políticas públicas se orientaran en esa dirección.

Con todo, el planteamie­nto del Presidente enfrenta retos. Para comenzar, sin crecimient­o difícilmen­te se puede incidir en el bienestar de la gente. Si bien no es una condición suficiente, sí es necesaria y se ve difícil que pierda su centralida­d en las evaluacion­es de la economía. En el mundo entero los inversioni­stas y analistas financiero­s inevitable­mente voltean a ver al PIB al hacer estimacion­es y tomar decisiones.

A pesar de esfuerzos como los de la OCDE, seguimos atrapados por el fetiche del PIB, como define esta realidad el propio Stiglitz. Habrá que ver si el planteamie­nto del Presidente puede romper con ese embrujo.

Es indudable que el crecimient­o no garantiza el bienestar

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