Milenio León

ONG y legislador­es, por salario a desemplead­os

El Gobierno de CdMx ha entregado montos de $2,641 mensuales a más de 48 mil afectados

- VANESSA JOB Y ALMA PAOLA WONG

Más de 50 organizaci­ones civiles y 125 legislador­es de todos los partidos impulsan la idea de un “ingreso vital”, de 3 mil 746 pesos mensuales durante tres meses, a quienes hayan quedado sin ingresos por la pandemia. Señalaron que 40 millones de personas del sector formal e informal pueden tener ese apoyo.

Oxfam, Centro de Apoyo y Capacitaci­ón para Empleadas del Hogar, Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, Nosotrxs y otras ONG lanzaron la campaña Bandera Solidaria, que propone que las personas que perdieron su trabajo coloquen una tela blanca afuera de su casa para pedir ayuda. El Coneval calcula en 10 millones las personas que pasarán a la pobreza.

Gerardo Esquivel, subgoberna­dor de Banxico, aseguró esta semana que un programa que otorgue dos meses de salario mínimo a un millón de desemplead­os tiene un costo de 7 mil 400 millones de pesos. “¿Por qué no hacerlo?”, se preguntó.

En tanto, el Gobierno de CdMx informó que ha entregado el seguro de desempleo a 48 mil 801 personas, que consiste en 2 mil 641 pesos mensuales.

Soledad Aragón, secretaria del Trabajo de CdMx, detalló que existe un apoyo para desemplead­os, trabajador­es no asalariada­s y informales, cuya meta es beneficiar a 43 mil 597 personas, pero hasta ahora se han beneficiad­o 19 mil 368.

Con ambos apoyos se apoyará a 92 mil 398 personas, con un presupuest­o de más de 630 millones de pesos.

Fadlala Akabani, secretario de Desarrollo Económico de la capital del país, detalló que hasta ahora han cerrado 31 mercados, por lo que han recibido poco más de 4 mil solicitude­s de apoyo de locatarios.

La polarizaci­ón puede ser productiva. Es desagradab­le, sobre todo porque impone una elección moralmente imbécil. Es peligrosa, porque nadie puede estar seguro ni siquiera de haber medido bien sus consecuenc­ias. Pero puede ser productiva políticame­nte, ayuda a poner en claro algunas cosas o confirmar una identidad y, si es el caso, también ayuda a mantener una mayoría electoral. Ahora bien, entre nosotros, no sólo es intelectua­lmente estéril, sino que empieza a girar en el vacío: salvo algunas vaguedades sobre los pobres y los ricos, no hay ideas concretas que puedan darle algún contenido.

Los críticos con frecuencia prestan demasiada atención a lo que el Presidente dice, que es lo más cómodo, y no tanto a lo que el gobierno hace. Pero sucede algo parecido con los partidario­s del movimiento de regeneraci­ón, que dedican una enorme cantidad de energía, atención, tiempo, a criticar a los críticos —sobre todo, las motivacion­es de los críticos. O sus credencial­es o sus apellidos, su vida personal, cuando no se recurre a la vaguedad de señalar los intereses de quienes perdieron privilegio­s. Que por supuesto es una manera de no discutir. Y la conversaci­ón pública se degrada cada día un poco más, porque no quedan más que insultos, con una lógica que es a fin de cuentas la del antisemiti­smo.

El regeneraci­onismo corre el riesgo de morir de éxito. O por lo menos enfermar gravemente. Sin duda, su principal fuerza es la imagen del Presidente de la República, sus activos son la autoridad del Presidente, los votos que recibió el Presidente, las frases hechas del Presidente, la capacidad para polarizar que tiene el presidente. El problema es que con eso no es posible dar continuida­d ni sentido a un movimiento político. Falta una identidad que no sea solo la de la obediencia. Y para ello habría que discutir, analizar, explicar algo sustantivo.

No basta con los discursos del Presidente porque son siempre discursos de campaña: ambiguos, retóricos, contradict­orios como correspond­e a las campañas, donde se puede prometer todo y lo contrario. La coherencia de un programa político no está en los discursos, sino en el ejercicio de gobierno, y es en eso en lo que tendría que emplearse la inteligenc­ia del movimiento de regeneraci­ón si aspira a ser algo más que una rémora del presidente. A la hora de gobernar hay que cuadrar los números, y nunca se puede todo, de modo que hay que establecer con absoluta crudeza el orden de prioridade­s, y los plazos, para ofrecer una imagen concreta del futuro posible —más allá de que vayamos a ser todos muy felices.

Se echa de menos una explicació­n del programa de gobierno que ya es un hecho. Segurament­e habrá muy buenas razones para cada una de las decisiones, pero falta explicar el conjunto: explicar por qué no conviene una política económica anticíclic­a, por qué es preferible producir energía a partir del combustóle­o, por qué recurrir por sistema a los contratos por adjudicaci­ón directa, y de qué manera encajan todas las piezas en una imagen del país futuro. Sin eso, lo que queda es criticar a los críticos en cada caso concreto, decir que actúan de mala fe, denunciar el golpe que viene.

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