“Junio 6: nutrida participación y victoria para el INE”
Desde el comienzo del siglo XIX hasta el ocaso del siglo XX (es decir, durante casi toda la historia de México) las elecciones en el país fueron invariablemente organizadas, financiadas, controladas, calificadas y juzgadas por el gobierno de la República. Así sucedió en tiempos de Juárez, Lerdo y Díaz, y así sucedió también tras el triunfo de la Revolución, en tiempos de Obregón, Calles y Cárdenas, y en todos los gobiernos ya civiles que los sucedieron, hasta el presidente Salinas. Las elecciones eran, por esa razón, una farsa: quienes el pueblo debía elegir el día de los comicios, con su voto, eran de hecho designados meses antes por el Ejecutivo. Todo cambió hace apenas unos lustros, con la transición de finales del siglo XX, que hizo posible la alternancia que nació con el inicio del siglo XXI. México tuvo entonces, por primera vez en su historia, elecciones de verdad, organizadas por cientos de miles de ciudadanos escogidos al azar, que instalaban las casillas, recibían a los electores, contaban los votos, levantaban las actas y reportaban los resultados al IFE, hoy Instituto Nacional Electoral. El INE es desde entonces el baluarte del régimen democrático en
México. La institución que hay que defender, por encima de todo, para resguardar nuestra democracia.
Los días que precedieron las elecciones del 6 de junio fueron ominosos. Estuvieron ensombrecidos por los asesinatos y los secuestros de personas que aspiraban a ser elegidos en los comicios; por la campaña de desprestigio desatada contra el INE por el Presidente de México y los dirigentes de su partido, Morena. Había la creencia de que los resultados no serían aceptados por los perdedores, y que habría litigios que empañarían el prestigio de la institución encargada de los comicios. En esas circunstancias, el INE presidió las elecciones del 6 de junio. ¿Qué sucedió?
Fueron electos diputados federales en 32 entidades; gubernaturas en 15 entidades; diputaciones en 30 entidades; ayuntamientos y alcaldías en 30 entidades, por un total de 20 mil 415 cargos en toda la República. Hubo una participación muy alta, la más alta en elecciones intermedias este siglo, a pesar de la violencia y la pandemia: votaron 49 millones 151 mil 269 ciudadanos. Para que todo esto fuera posible, el INE visitó antes de las elecciones a 12 millones 226 mil 632 personas, las insaculadas, y capacitó entre ellas a un millón 461 mil 534 personas, para ser funcionarias de casillas. Con ellas fue posible instalar 162 mil 570 casillas en todo el país. Los representantes de los partidos (un millón 123 mil 662 hombres y mujeres) cubrieron más del 99 por ciento de las casillas. Los informes de los visitantes extranjeros fueron todos elogiosos con el INE. “La gente votó en paz, votó con calma, votó con tranquilidad y votó lo que quería”, afirmó la Copppal (Conferencia Panamericana de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe). “Se confirma la sólida trayectoria de la institucionalidad mexicana”, confirmó la Uniore (Unión Interamericana
INE._ de Organismos Electorales). “Reconocemos el trabajo del INE en la organización de elecciones imparciales”, dijo Transparencia Electoral. “El INE es merecedor de la confianza ciudadana”, subrayó la International Foundation for Electoral Systems. La victoria del
Desde el inicio del siglo XXI, el instituto es el baluarte del régimen democrático